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Evolución, Religión y Política

Leo con preocupación las noticias [1] sobre el apoyo del presidente de los Estados Unidos a las corrientes creacionistas de grupos radicales religiosos y, asimismo, de su enseñanza en las escuelas.
Mucha sangre se ha derramado (y se derrama actualmente) cuando no se hacen claras distinciones entre religión y el gobierno de un país. Uno de los grandes regalos de la revolución francesa es la separación entre iglesia y estado, y parece increíble que a estas alturas de siglo en un país como EEUU lo pongan en entredicho.
Todas las religiones, desde las más bondadosas hasta otras que no lo son tanto, y cuyas versiones más radicales ahora sufrimos en forma de terrorismo, deben de pertenecer al ámbito familiar y personal. Un estado moderno siempre debe de mantenerse al margen de esto, y aún más de la introducción de estos elementos perturbadores en la educación.
Creerse en posesión de la verdad absoluta es propio de iluminados peligrosos y darles cancha en las escuelas es un error. Éstos, sabedores del poder de la educación (o deseducación) presionan para que su doctrina tenga la máxima audiencia, y que mejor que la audiencia formada por todos lo niños escolarizados obligatoriamente.
En este caso en particular ahora quieren recoger el apoyo prestado en el pasado. Sobre todo por los votos recolectados desde el púlpito en las pasadas elecciones.
Recordemos que EEUU se fundó con las personas perseguidas por motivos religiosos en Europa y si siempre se ha mantenido la libertad religiosa en el país probablemente haya sido debido a este hecho, pero a la vez siempre ha habido demasiado conservadurismo en algunas de estas religiones (puritanismo).
Así estas declaraciones ponen a Bush en línea convergente respecto al talibanismo y doctrinas similares que dice combatir en otras partes del planeta, en lugar del camino marcado por Thomas Jefferson o Benjamin Franklin.
Todos los intelectuales con cierto sentido común hace mucho que solucionaron el problema entre ciencia y religión, afirmando que ambas son compatibles.
La ciencia responde a ciertas preguntas sobre el mundo aplicando el método científico (hipótesis-experimento-comprobación-teoría) sobre objetos materiales, y por supuesto no tiene nada que decir sobre la vida después de la muerte, la existencia de dioses y cuestiones similares, pues estos “objetos” están fuera del alcance de la experimentación.
La religión estudia un ámbito distinto, generalmente metafísico, y con otras herramientas (fe) y no debería de contradecir hechos probados como, por ejemplo, la ley de la gravedad que están claramente demostrados experimentalmente.
Sabemos además, como ya dijo Popper, que la ciencia nunca tiene la teoría definitiva sobre algo, todas deben ser falsables y son validas por un tiempo hasta que nuevos datos e ideas la reemplazan por otra mejor.
Por otro lado, toda religión se basa en dogmas inamovibles, y el cambio de estos dogmas produce la escisión de la misma de otras religiones (la religiones prácticamente no evolucionan o lo hacen muy lentamente, sólo se fundan nuevas, y las antiguas desaparecen o se refundan) o sectas.
El problema surge cuando “pensadores” radicales del ámbito religioso deciden que sus textos sagrados son la verdad última sobre absolutamente todo, e incluso interpretan literalmente lo ahí escrito.
Ésta idea está fuera de todo sentido común, pues la metáfora y las distintas figuras literarias han sido usadas por el hombre desde que el lenguaje fue inventado. Así, que Dios crease el mundo en seis días o dieciséis mil millones de años es lo mismo bajo este punto de vista.
La rama de la ciencia que más ha sufrido los ataques de estos radicales ha sido la evolución. Es un hecho probado que unas especies evolucionan de otras. Éso ha pasado, hay un registro fósil que lo prueba y está pasando ahora mismo como los últimos datos demuestran. Y el hecho de que la escala de tiempo esté alejada de nuestra experiencia cotidiana no lo niega.
Decir que no se cree en la evolución es como decir que no se cree en la gravedad, cosa absurda de afirmar. Puedes creer que la teoría de Newton de la gravedad es más práctica que la de Einstein, y que esta última es mejor y más precisa, pero la elección de cualquiera de ellas (u otras que se pudieran inventar) no hará que un suicida se pose placidamente sobre el suelo si salta desde un rascacielos, experimento que sabemos es muy fácil de llevar a cabo y del cual conocemos su resultado.
La teoría evolutiva como cualquier otra teoría no es la definitiva y hay detalles que los expertos debaten continuamente a día de hoy. Utilizar este hecho en su contra es absolutamente injusto, pues se da en todas las ramas de la ciencia.
Afirmar que Dios colocó los estratos geológicos, los fósiles y los isótopos nucleares a semidesintegrar para que la Tierra parezca más vieja de lo que realmente es (según ellos unos poco miles de años en lugar de los 4500 millones medidos) es fútil, estúpido y da una imagen retorcida por parte de un Dios que dice amarnos pero nos engaña para divertirse.
Ese razonamiento conduce al nihilismo en cualquiera de sus variantes. De este modo, el lector sería el único ser del universo cuyos mundos, seres, y demás cosas han sido creados hace tan sólo 10 segundos, así como sus recuerdos asociados.
Hacer variantes sobre esta idea del creacionismo y afirmar que un diseñador divino va introduciendo mutaciones especialmente pensadas, o que el mundo es tan complejo que es imposible que surja por casualidad (la evolución no afirma eso) tampoco se aleja demasiado de la idea original, además de ser fácilmente falsable por los experimentos.
Muy dura ha sido la lucha del ser humano para salir de la caverna, tanto desde el punto de vista literal como metafórico, y a los evolucionistas les queda siempre un complejo de Sísifo con este tema; pero parece que habrá que seguir luchando.
Todo lo que nos hace la vida cómoda, larga y agradable proviene en última instancia de la ciencia. Así, un resfriado o una epilepsia no son castigos divinos ni hay un dios del trueno que fulmina con sus rayos a los impíos. Las vacunas, las medicinas y los pararrayos son productos de la ciencia, como lo son todos los medios de comunicación, los productos electrónicos que tanto nos gustan y casi todo lo que nos rodea en nuestra vida cotidiana.
No podemos quedarnos con una parte y rechazar otra por ser ésta incompatible con nuestra estrecha visión del mundo, pues todas se interrelacionan. Decir que la evolución no existe y hacerlo a través de un micrófono, una emisora de radio o TV, o utilizar el automóvil para propagar (¿evangelizar?) esta misma idea es una contradicción en si misma.
Solo añadir que dar crédito a estas corrientes religiosas radicales dentro de las escuelas sólo lleva a quemar a gente en las hogueras o a poner explosivos en los medios de transporte. Se merecen seguir en las tinieblas de las cuales surgieron.
El peor enemigo del ser humano es la ignorancia, siempre lo ha sido, y siempre lo será. Y su mejor aliado su incansable curiosidad y ansia de conocimiento.

P.S.
La dirección de NeoFronteras recomienda todos los libros de Stephen Jay Gould. En general escribió sobre la teoría evolutiva y paleontología, pero también tiene escritos sobre los conflictos religiosos y políticos en este ámbito.