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Propuestas para un futuro con menos crisis energéticas

El petróleo sigue aumentando su precio, pero parece que nos importa poco. Si de verdad nos importara haríamos algo, y todo indica que no estamos haciendo gran cosa. Los gobiernos además de subir los precios de los combustibles y la electricidad parecen carecer de ideas. Da la impresión de que mientras hay petróleo barato nadie hace nada, y cuando éste sube todo el mundo se pone nervioso y empieza a obrar compulsivamente.
Desde NeoFronteras queremos proponer un par de ideas nuevas y recordar muchas otras ya sabidas en esta cuestión de la energía.
Y no es sólo el problema energético, es el problema medioambiental que supone la quema continuada de combustibles fósiles y el consiguiente efecto invernadero producido por las emisiones de dióxido de carbono que la quema de esos combustibles produce. Bien mirado, un precio alto de los combustibles fósiles puede que esté retrasando un poco la catástrofe medioambiental que se nos avecina.
Pero la cuestión es si podemos hacer algo. ¿Tenemos la tecnología necesaria para poner remedio a este problema? ¿Podemos mantener nuestro nivel de vida? ¿Tenemos que desarrollar la energía de fusión nuclear u otras fuentes de energía de ciencia ficción pronto si queremos salir del atolladero?
Se puede demostrar que incluso con la física del siglo XIX es posible ahorrar mucha energía. Basta incluso con las fuentes de energía con las que contamos hoy en día, junto con el ahorro y la gestión óptima de estos recursos, para solventar el problema a medio plazo. Y todo ello sin necesidad de cambiar nuestro estilo de vida. Esto nos puede al menos dar tiempo mientras que buscamos otras fuentes de energía.
Podemos dividir el consumo de la energía en dos grandes bloques. Por un lado estaría el uso privado, personal o familiar de dicha energía, y por el otro estaría el uso industrial de la misma.
Estudiemos primero qué podemos hacer con el consumo privado. Vamos a ver no solamente los usos de energía en el hogar, sino que además veremos los otros usos privados que hacemos de la energía fuera de él, y más en concreto en lo que atañe al transporte.
El primer punto empieza por la misma vivienda. La arquitectura bioclimática existe desde hace décadas, pero parece que no se ha conseguido implantar. Algunos achacan este hecho al mayor precio de este tipo de viviendas, pero el precio de la vivienda en España se ha triplicado en los últimos años sin que se haya visto ni un solo avance en este sentido.
El precio de la vivienda depende más de la especulación que de su construcción física. Ha habido y hay mucha normativa que controla dónde se levanta una vivienda. Incluso hay normativa sobre cómo se hace, pero esta misma normativa ha obviado por completo los criterios bioclimáticos. Construir viviendas sin tener en cuenta la orientación o la climatología local entre otros factores es un gran error.
Unas casas con muy buen aislamiento y con grandes ventanas que dejen pasar el sol en invierno pero con un diseño que impida que entre en verano pueden ahorrar muchísimos euros de energía a lo largo del tiempo. La amortización de este tipo de construcciones es muy rápida. Menos especulación y más arquitectura de calidad es lo que se necesita. Sólo unos gestores ciegos no han visto este hecho.
Se puede afirmar que este tipo de arquitectura sólo es aplicable a casas unifamiliares, aunque esto no es del todo cierto, vamos a centrarnos en este tipo de viviendas porque es una tendencia en el mercado inmobiliario actual.
También se ha acusado que este tipo de viviendas unifamiliares necesitan más gastos en infraestructura que un bloque de viviendas. Esto tampoco es verdad, lo que ocurre es que en un sistema vertical de construcción es el inquilino el que las paga las infraestructuras verticales. El inquilino paga los gastos de ascensor, las luces interiores, las tuberías de agua, la instalación eléctrica, y todos los demás gastos verticales del edificio, mientras que el ayuntamiento se ahorra los gastos horizontales de canalización de aguas, asfaltado de calles, iluminación, etc.
En vista de que además a los humanos no nos gusta vivir hacinados, no podemos evitar que las personas quieran vivir en este tipo de casas, pero podemos hacer que sean más ecológicas y ahorrativas.
Un sistema de agua caliente sanitaria y calefacción mediante energía solar se amortiza en un par de años, y más en un país como España donde hay tantas horas de sol al año. No importa que haya días nublados. Para esos días podemos complementar el sistema con otros métodos más “tradicionales”. Quizás en un bloque de pisos no salga muy rentable por una clara falta de superficie, pero en una casa unifamiliar seguro que sí.
La energía solar fotovoltaica está a punto de alcanzar el umbral de rentabilidad. Sólo haría falta que se promocionase un poco más la investigación en este tipo de tecnologías para que viésemos paneles en todos los tejados y rebajar los impuestos sobre su compra. La financiación de la investigación en este campo es simplemente injusta. Con sólo una pequeña fracción de los que se va a gastar en el ITER se podrían conseguir unas células solares más baratas y rentables. Ya sabemos la física implicada, sólo queda desarrollar más la tecnología, es decir, en desarrollo. No obstante ya hay compañías que anuncian paneles fotovoltaicos a mitad de precio de manera casi inmediata. Este sistema podría hacer que una vivienda unifamiliar pudiese ser autosuficiente desde el punto de vista energético.
Incluso sin estas innovaciones se puede ahorra mucha energía con pequeños cambios dentro de las viviendas. Basta con sustituir las bombillas convencionales por bombillas de bajo consumo o de LEDs (éstas últimas llegarán al mercado proximamente) para ahorra en la factura de la luz.
En nuestras casas cada día hay más electrodomésticos que usan bajo voltaje: la tele, la radio, el PC, el DVD, la impresora,… Todos ellos usan de 9 a 20 voltios de corriente continua y para ello utilizan unos transformadores que consumen corriente aunque el aparato este apagado. El consumo pasivo puede suponer unos buenos euros al cabo de un año. Se estima que en los EEUU el consumo pasivo supone de 1 a 2 mil millones de dólares al año.
Se debería de implantar una normativa de bajo voltaje para el hogar, de pongamos 12 voltios, de tal modo que pudiésemos prescindir de los transformadores de corriente y ahorrar así mucha energía. Además estos aparatos “normalizados” se podrían alimentar directamente de la energía solar producida por la propia vivienda. Las casas deberían de tener pues dos líneas de corriente, una “de potencia” y alterna (la habitual de 230 V) y otra de bajo voltaje y continua, con sus correspondientes enchufes estandarizados y distintos. Bastarían unas normas DIN o similares para acabar con este desbarajuste.
Los motores de Stirling solares han demostrado su fiabilidad, rendimiento y amortización. Con su uso masivo se abarataría el precio, y pese a su estética podrían ser usados en las casas, al igual que se tienen antenas parabólicas para la recepción de la TV vía satélite.
Sistemas de energía solar para alimentar aparatos de refrigeración y climatización sería perfectos porque cuando más necesitamos del aire acondicionado es precisamente cuando más horas de sol hay. De este modo no veríamos esos picos de consumos de energía tan peligrosos en verano.
Algo que parece increíble es que a nadie se le haya ocurrido aplicar la cogeneración a las viviendas. Basta la termodinámica del siglo XIX para darse cuenta que estamos desperdiciando millones de julios de energía en nuestros sistemas de calefacción.
Éstos consisten generalmente en una caldera de agua que es calentada por la combustión de gas natural o gasoleo. Este sistema es simplemente una barbaridad desde el punto de vista energético.
Sabemos que la energía puede adoptar distintas formas en cuanto a su “calidad”. Conforme vamos utilizándola ésta se va transformando o “degradando” hacia formas de energía de “calidad inferior” hasta que al final es simplemente calor inútil. Por ejemplo, un automóvil en punto muerto y motor parado que circule a cierta velocidad va perdiendo energía cinética que se va transformando por el rozamiento en calor. Y si frenamos, toda esa energía cinética es transformada en calor en los discos de freno.
De este modo, en el automóvil toda la energía química de alta calidad contenida en la gasolina es transformada en un principio en energía cinética y calor (debido a la baja eficiencia del motor), pero al final toda esa energía será transformada en calor de una manera u otra.
La idea que propongo es meter un motor de explosión interna dentro de las casas o comunidades de vecinos. Este motor movería un generador que produciría corriente eléctrica. El resto de la energía que no se puede aprovechar para producir corriente sería capturada en forma de calor por el sistema de calefacción o para el agua caliente sanitaria. En última instancia el consumo de esa corriente eléctrica también se transformaría en calor a través de las bombillas y aparatos eléctricos, con lo cual tenemos exactamente la misma potencia en calefacción pero le sacamos un porcentaje extra en forma de electricidad que dependerá del rendimiento del sistema. Además, el consumo de combustibles de esta manera evita las pérdidas por transporte en las líneas de alta tensión. Sería como llevar al extremo la descentralización de la producción de energía, y exactamente con la misma tecnología con las que contamos hoy día.
Naturalmente todas estas medidas requerirían de la aplicación de un IVA muy bajo y de otro tipo de ayudas gubernamentales. Si no es así entonces cabría pensar que los gobiernos probablemente apoyan los oscuros intereses de grandes compañías productoras de energía en detrimento de los ciudadanos, de la economía general y del medio ambiente.
Otro tanto se puede decir del transporte. Es absurdo que muchos ciudadanos se muevan todos los días ellos solos en un automóvil pensado para cinco y que pesa cientos de kilos cuando ellos pesan unos 80. Con la tecnología actual se podrían fabricar autos biplazas muy ligeros, aerodinámicos y baratos con motores híbridos diesel. No es descabellado pensar en consumos en ciudad menores a los dos litros a los cien kilómetros.
Naturalmente si el precio del nuevo automóvil es igual o superior a un auto normal nadie los comprará. Ahí entraría de nuevo un rebaja intensa de impuestos por motivos medioambientales y una subida de los mismos a los coches de alta cilindrada.
El desarrollo de sistemas eléctricos o de hidrógeno también es algo que hay que hacer, pero de momento sólo están en los planos. Quizás en un futuro podamos contar con ellos.
Naturalmente, potenciar el transporte público siempre está bien. Pero seamos honestos, si uno vive lejos de su puesto de trabajo y tarda el doble de tiempo en transporte público que en su coche privado utilizará entonces éste último, pese a los atascos o consumo de gasolina, y ninguna campaña gubernamental le convencerá de lo contrario. Las autoridades en esta cuestión tratan a veces al ciudadano de a pie como a un débil mental que no sabe lo que le conviene. Si se va de la ciudad es porque tiene una calidad de vida mejor o, al menos, una vivienda más barata y prefiere ir cómodo en su coche que ir en transporte público en el doble de tiempo.
Obligar a los ciudadanos a usar el transporte público no es la solución, y los peajes dentro de las ciudades (como en Londres) y similares como la regulación del estacionamiento en la vía pública mediante pago elevado (como Madrid que es más caro que en Nueva York) del mismo sólo afecta a las personas de menor poder adquisitivo, siendo por tanto injustas.
Potenciar la circulación de autos ecológicos (o bicicletas, motos y similares) y habilitar estacionamientos para ellos no estaría tampoco de más.
Las políticas que aplican leyes a todos los vehículos por igual son nefastas. Circular por ciudad, en el colmo del absurdo, con un todoterreno de 3000 cc debe de estar penado de alguna manera, y no sólo económicamente.
¿Pero qué ocurre con el consumo y la producción industrial de la energía? Podemos esperar que en un momento dado tengamos otras fuentes de energía, pero mientras tanto habrá que administrar mejor las que ya tenemos. Las dos palabras claves son cogeneración y descentralización.
Las plantas térmicas y nucleares son grandes generadoras de calor que normalmente se desperdicia enviándolo al medio ambiente, pero muchos procesos industriales necesitan precisamente de una fuente calor para determinados procesos. La ubicación de este tipo de industrias es crítica a la hora de ahorrar energía, Deberían de estar cerca de las plantas productoras de corriente para usar ese calor gratis que ahora se desperdicia.
En el transporte de corriente se pierden un alto porcentaje de la energía transportada debido a la resistencia del cable. De este modo, cuánto más cerca esté la fuente de energía del lugar de su consumo menos pérdidas se producirán. Así, incluso las industrias que usan corriente eléctrica como fuente de energía se pueden beneficiar de estar cerca de una planta energética, sea del tipo que sea.
Se puede aplicar el mismo principio a las ciudades y descentralizar las plantas de producción situándolas cerca de las mismas. Según unos estudios [1] realizados en los EEUU, la descentralización de la energía ahorraría a ese país 5 billones de dólares, rebajaría los costes de la energía en un 40% y reduciría las emisiones de CO2 a la mitad. Todo ello con las fuentes que ya tenemos.
Podemos además especular sobre las posibilidades de las energías alternativas. Si además desarrollamos estas fuentes de energía, como la eólica, el panorama es aun más prometedor.
Y si no nos queda más remedio podemos usar en el medio plazo la energía nuclear. Ya hay diseños de reactores de lecho de bolas 100% seguros para que otro Chernobil no vuelva a ocurrir. Estos reactores tienen sistema pasivos de estabilización de tal modo que si todos los sistemas de refrigeración fallan no pase ningún accidente. Son pequeños, modulares y recargables en caliente. Incluso utilizan gas helio como sistema de intercambio de calor para que ni el agua pueda causar un desastre.
Naturalmente queda por resolver el problema de los residuos nucleares, pero hemos de sopesar si la alternativa del cambio climático es mejor. No dejemos que la mala prensa nos haga tomar medidas erróneas. Después de todo el Sol es una gigantesca planta nuclear, y los mares y vientos son movidos por el Sol. Incluso el carbón y el petróleo no dejan de ser energía solar fosilizada gracias a la fotosíntesis de hace millones de años.
Ideas hay, quizás sólo falte un poco de voluntad política y de concienciación del ciudadano para que no tengamos problemas energéticos.
Hemos de pensar también en los millones de personas de los países en desarrollo, sería interesante que aprendieran de nuestros errores y se beneficiaran de nuestra tecnología. Al fin y al cabo todos habitamos el mismo planeta y respiramos la misma atmósfera.