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Se cancela la vuelta a la Luna

Los medios se han hecho eco de la cancelación de los planes para volver a la Luna que el anterior presidente norteamericano encargó a la NASA. Aunque no hay recortes presupuestarios, sino todo lo contrario, los nuevos “antiplanes” han caído como un jarro de agua fría sobre los entusiastas de la astronáutica. La realidad es que esto significa que nos quedamos sin la vuelta a la Luna en mucho mucho tiempo, incluso sin viajes tripulados por parte de EEUU durante una buena temporada. No habrá lanzador ni ligero ni pesado, ni tampoco una cápsula que lleve a los astronautas a algún sitio, ni la posibilidad de lanzar megatelescopios con el Ares V. Todas estas metas han sido canceladas, incluyendo la propuesta de lanzadores alternativos supuestamente más baratos y más rápidos de desarrollar.
Los nuevos planes tienen unos objetivos un tanto confusos e indefinidos, aunque cargados de buenas intenciones. Por un lado delega en la industria privada la construcción de cohetes que permitan llevar cargas y astronautas al espacio, y hace centrarse a la NASA en la vigilancia del clima y en el desarrollo de nuevos sistemas de propulsión. También se asigna presupuesto para que la estación espacial continúe hasta el 2020.
Empecemos por lo último. La estación espacial internacional ha sido el mayor error astronáutico de las últimas décadas. Mantener ese chisme allí para que unos astronautas se aburran tomándose la presión arterial y comprobando, una vez más, que, efectivamente, sus huesos se descalcifican es un despropósito económico y científico.
Ese objeto no es una estación espacial, pues a partir de allí no parten misiones a ningún sitio, ni es un lugar de transito hacia otros lugares. Tampoco es un buen hotel espacial, ya que al no girar sobre sí misma no hay gravedad artificial, con las consecuencias ya sabidas desde hace décadas sobre la salud humana. Y tampoco es un laboratorio espacial, pues los experimentos llevados a cabo allí no han producido ningún resultado de relevancia científica. Los pocos cristales de proteínas crecidos en microgravedad que puedan haber sintetizado allí constituyen probablemente el gramo de materia orgánica más caro que jamás ha existido, y los experimentos de sexo entre moscas en condiciones de microgravedad una soberana tontería. La estación no vale ni los chistes que se gastan sobre sus inodoros que funcionan mal. Pero ya es tarde, ya se han consumido vidas de astronautas, lanzaderas espaciales y una ingente cantidad de dinero en ese satélite inútil.
La estación espacial es comparablemente absurda a los propios transbordadores espaciales, que en principio fueron pensados para que saliera barato el acceso al espacio y finalmente han salido carísimos en dinero y vidas humanas. Los van a jubilar, pero no tienen ningún sustituto. Si los astronautas norteamericanos quieren subir al espacio, a partir de ahora lo tendrán que hacer con las Soyuz rusas.
Quizás ya no quede más remedio que mantener las estación espacial en órbita. Pero un par de Saturno V con un par de Skylab lo hubieran hecho mejor y de una manera más económica. Eso recuerda la necesidad fundamental de contar con un lanzador pesado, algo que la NASA ya no va construir. Esto es un inmenso error, porque la industria no podrá proporcionar nada similar. Aunque Boeing y otras compañías cuentan con lanzadores, su uso sale caro por kilogramo en LEO y no pueden garantizar la seguridad en el caso de vuelos tripulados.
Además, confiar el futuro de la astronáutica en una compañía como SpaceX, fabricante del Falcon, es una temeridad. Esta compañía sólo cuenta con un lanzamiento exitoso (y muchos fracasos). Aunque es verdad que su producto es barato, unos hipotéticos astronautas preferirían jugar a la ruleta rusa o subir al K2 antes que montarse en uno de sus cohetes.
En el pasado La NASA ya delegó en compañías privadas para este tipo de menesteres, como cuando se pensó en un sustituto 100% reutilizable de la lanzadera espacial. El resultado fue el consumo de muchos millones de dólares y absolutamente ningún resultado.
El único punto interesante de los nuevos planes es el desarrollo de nueva tecnología espacial. Durante 60 años se ha venido utilizando la misma tecnología. Recientes logros en propulsión iónica o de plasma permiten soñar con un viaje rápido a Marte o con la visita a algún asteroide. La alternativa de misiones, tripuladas o no, de años de duración es la prehistoria espacial. Sólo el equipo en tierra para mantenerlas sale carísimo y la espera inaguantable. La misión a Plutón es tan larga que durante el viaje el cuerpo transneptuniano ha sido descalificado de su categoría de planeta, puede que cuando la sonda llegue allí no exista ni la NASA.
Pero, para colocar esas naves de nueva propulsión en el espacio primero se necesita un lanzador pesado que no existe ni existirá en un futuro a medio plazo. ¿Cómo lo van a hacer? ¿Con el mítico unicornio?, perdón, ¿con el ascensor espacial?
Tampoco parecen estar claros los nuevos objetivos científicos, salvo por eso de vigilar el clima. Algo que se puede hacer muy bien con unos cuantos satélites.
¿Se construirán al final los interferómetros espaciales para ver exoplanetas? ¿Se intentará explorar el océano de Europa o los lagos de metano de Titán? ¿Se traerán de vuelta muestras marcianas? ¿Se examinará el hielo lunar in situ? No lo sabemos. La misión para el estudio de la energía oscura fue cancelada, así como muchos otros proyectos científicos interesantes, útiles y baratos. ¿Los resucitarán ahora? Probablemente no.
En definitiva, es bueno haber cerrado parte de la sangría económica actual y futura de la NASA, pero los planes que sustituyen a los antiguos no están definidos y puede que esto sea peor. Es verdad que la NASA se ha convertido en un monstruo lento, pesado y costoso. Lejos están los tiempos en lo que inspiraba ilusión o sueños de aventura, y tenía capacidad de obtener resultados asombrosos en poco tiempo. También están lejos los tiempos en los que contaba con un apreciable porcentaje del PIB norteamericano, ahora la NASA sale a cada norteamericano por el equivalente a una entrada de cine. Quizás este tipo de cosas siempre salen caras, pero si encima el dinero disponible se administra mal es aún peor.
Y no, algunos no veremos en vida a un hombre sobre la Luna o sobre Marte. Preguntado un astronauta durante el reciente aniversario lunar sobre aquella gesta dijo que lo más asombroso de todo aquello fue ir a la Luna y no haber vuelto en 40 años.
Esperemos que todo salga bien al final.