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El cáncer de las cuerdas

Sin duda la Física es uno de los logros intelectuales más importantes del ser humano. Gracias a esta rama del saber hemos mejorado considerablemente nuestro nivel de vida y, sobre todo, comprendemos mucho mejor el Universo en el que vivimos. En realidad somos el mismo Universo estudiándose a sí mismo.
A los ojos de alguien de humanidades sólo existe el ser humano, sus miserias, hazañas, batallas, obras literarias y artísticas, sus leyes o, en definitiva, su historia. Se pierden todo lo demás. El ser humano no existiría, si no hubiese un planeta con una geología dada, con unos parámetros orbitales propicios para la vida, con unas leyes adecuadas que gobiernan el espacio, el tiempo y la materia. Las personas de ciencias disfrutan de la Historia, del Arte o de la Literatura, es una pena que al contrario no sea así. El que ignora la ciencia se pierden saber por qué el cielo es azul, cómo funciona el Sol o los mecanismos moleculares maravillosos que nos hacen seres vivos o nos permiten pensar. Todos esos logros de la ciencia se han conseguido gracias al método científico, que tan buenos frutos ha dado desde hace cuatro siglos.
Hay una manera de preguntar a la Naturaleza y es haciendo un experimento. Dependiendo de lo buenos que seamos haciendo ese experimento así será la respuesta que consigamos. Aunque a veces, en lugar de hacer un experimento, podemos conformarnos con los experimentos que ha hecho la Naturaleza.
Un experimento no es otra cosa que una manera de comprobar si nuestra teoría es o no es correcta. La visión poperiana de la ciencia dice que cualquier teoría científica debe ser falsable, es decir, que podemos rechazar dicha teoría con un experimento. Tarde o temprano toda teoría científica terminará siendo rechazada por algún experimento y sustituida (en el mejor de los casos) por una nueva teoría que englobe los resultados antiguos y explique los nuevos.
Supongamos ahora que propongo la existencia de los transverzules. Un transverzul es un objeto que es verde, pero en el momento en el que alguien lo observa, fotografía o mide se vuelve instantáneamente azul de tal modo que siempre lo vemos de ese color. Lo más importante en este caso es darse cuenta de que una teoría que contenga transverzules no es científica, porque no es falsable. Puede que esos objetos existan, pero no es científico afirmar su existencia por definición.
Toda esta introducción viene al caso de la situación en la que está inmersa la Física Teórica. Desde hace ya décadas hay una moda en esta rama del saber que dice, en entre otras cosas, que las partículas elementales son cuerdas vibrantes embebidas en un espacio multidimensional y que si no vemos esas 6 o 7 dimensiones extras es porque están compactificadas a la escala de Planck. Son las teorías de cuerdas, que pretenden construir un “teoría del todo” que unifique todas las fuerzas y partículas, incluida la gravedad.

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Lo malo es que no hay manera, presente o futura, que con una tecnología humana podamos explorar directamente esas dimensiones ocultas. Básicamente, el problema de las teorías de cuerdas es que no son falsables.
Es como si fuéramos al cine a ver un película en 3D titulada “Supercuerdas”, pagáramos por las dichosas gafitas, viéramos toda la peli en 2D y nos conformáramos porque la tercera dimensión ha sido enrollada hasta la escala de Planck y no la podemos apreciar. Las cuerdas se parecen más a una religión que a una teoría científica. Ya hasta tienen la biblia de Green y al sumo sacerdote Witten (a su pesar).
No es mala política crear este tipo de teorías, al fin y al cabo hacen avanzar las Matemáticas. Lo que es malo es que casi todos los físicos teóricos se dediquen a trabajar en ellas y que se absorban todos los recursos intelectuales, económicos y académicos de la Física Teórica. Se están poniendo casi todos los huevos en una única cesta.
Hablamos de una masa crítica que hace de revisores de artículos, designa plazas universitarias y asigna becas, contratos y personal. Es decir, como la naturaleza humana es la que es, los cuerdistas apoyan a los suyos y a ellos mismos. De este modo, lo que era una religión casi se ha transformado en una secta destructiva. El resultado ha sido que en 20 años la Física Teórica no ha avanzado prácticamente nada.
Frente a estas acusaciones, los físicos cuerdistas, en lugar de “ahorcarse” con una de sus cuerdecitas, han seguido adelante y han tratado de defender su fe. Ante la puesta en marcha del LHC se apresuraron a emitir supuestas predicciones que, según ellos, corroborarán las cuerdas. Una de esas predicciones dice que si en el LHC se encuentran partículas supersimétricas (las famosas SUSY) entonces están en lo cierto. Pero la supersimetría fue una idea previa que luego fue un ingrediente que se añadió a posteriori a las cuerdas (de ahí lo de “super” cuerdas) y su existencia no demuestra en modo alguno la validez de las cuerdas. Ya hay rumores sobre señales en el LHC de este tipo de partículas y ya se están apuntando el tanto. Pero los rumores, de momento, no se traducen a resultados.
Hasta ahora lo publicado por los diversos equipos del LHC son más bien desmentidos: no hay estructura en los quarks, ni colorones, ni leptoquarks, ni nuevos bosones pesados, ni diquarks… Tampoco han encontrado señales de spartículas (partículas supersimétricas) de masa baja, ni tampoco gluinos (gluones de larga vida predichos por la teoría SUSY). Aunque tampoco se pueden descartar definitivamente todas estas partículas y puede que se manifiesten a energías aún mayores. El Higgs, de momento, sigue sin aparecer, ni ha aparecido ninguna partículas de materia oscura.
Tampoco se han encontrado pruebas, de momento, sobre la existencia de microagujeros negros. Se propuso en el pasado que estos objetos podrían aparecer (y evaporarse casi instantáneamente) si el número de dimensiones espaciales fuera superior a las 3 que conocemos. Como las teorías de cuerdas proponen la existencia de más dimensiones, el hallazgo de los propuestos miniagujeros negros sería una prueba de la validez de las cuerdas. Ya es bastante relacionar una cosa con otra, pero la verdad es que si todavía no se han encontrado este tipo de objetos quizás habría que ir pensando ya en abandonar la teoría de cuerdas.
Aunque esto de las dimensiones extras también se propuso para explicar el problema de jerarquía que supone una diferencia de unos 30 órdenes de magnitud entre la intensidad de la gravedad y las demás fuerzas. Según esta idea los gravitones (bosones de la gravedad) serían los únicos bosones portadores de fuerza que escaparían de la brana tridimensional en la que supuestamente nos encontramos y de ahí la debilidad de la gravedad. Las demás fuerzas están confinadas en dicha brana y no “repartirían” su influencia entre las demás dimensiones, porque sus bosones están encerrados en nuestra brana.
Se propuso que los efectos de las dimensiones extras se notaría desde la escala de Planck hasta las energía alcanzables por el LHC. Además, se dijo que en el LHC se debería de producir un microagujero negro por segundo debido a estas dimensiones ocultas.
Esto de las dimensiones extras contrasta con lo predicho por otras teorías cuánticas de gravedad que dicen que hay una estructura fractal con menos de tres dimensiones a la escala de Planck.
¿Podemos rechazar ya las cuerdas? Según Lisa Randall (que propuso algunos modelos en los que usaba ingredientes de cuerdas sin usar cuerdas, en concreto este tipo de ideas de dimensiones extras) sus modelos no necesariamente son originados por las cuerdas ni las cuerdas necesariamente manifestarán su existencia a las energías del LHC.
A esto se le llama jugar con trampas. Si sale la predicción que propongo entonces mi teoría es correcta, incluso aunque tal predicción sea muy débil, y si no sale no pasa nada porque mi teoría también queda a salvo.
Pero las cuerdas, independientemente de que sean o no rechazadas por el LHC, tienen otros problemas previos. Primero deberían ser consistentes. Además se debería solucionar el problema de proponer una infinidad de estados de vacío igualmente válidos.
Básicamente la teoría de cuerdas puede predecir casi cualquier cosa ajustando los parámetros del modelo. Por no cumplir ni siquiera sobrevive a la navaja de Occan, pues es una teoría muy complicada que no explica realmente nada. Tampoco es bella, pese a lo que dice Green en su libro. En definitiva, podemos abrazar esta fe si queremos, pero no estaremos haciendo ciencia.
Hay que estar en guardia para cuando los sacerdotes de las cuerdas empiecen a evangelizar o a tratar de convertirnos a su fe ante cualquier resultado que salga del LHC. Al fin y al cabo toda religión necesita de milagros además de fe. Pero en ciencia los milagros no suelen darse.

Foto: detector ATLAS del LHC.