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La ciencia en España

La economía española hace aguas por todos los lados. El gobierno (este, aquel y el de más allá) ha decido recortar y lo ha hecho en sanidad, educación e investigación científica. Personalmente hasta conozco a algún que otro investigador sobre el cáncer que, pese a haber contribuido al desarrollo algunos compuestos para quimioterapia, se ha quedado en paro al hacerse recortes en el centro de investigación en dónde trabajaba (el CNIO). Supongo que el gobierno cree que ya nadie va a tener esa enfermedad a partir de ahora y por tanto no es necesario que se investigue sobre el asunto.
Ha habido comunicados, cartas abiertas y muchas entradas en blogs quejándose sobre los recortes en ciencia, pero la realidad es que lo recortes se han efectuado y parece que se seguirá en la misma línea.
Nada como leer los comentarios en los medios de comunicación más generalistas para saber cómo piensan realmente algunos. Mucha gente de la calle apoya esos recortes en ciencia porque “de qué sirve contar las patas de un escarabajo si por ahí hay familias que pasan necesidades”. Otras personas que están un poco más formadas se posicionan en contra, pero sólo superficialmente.
Es verdad que es fácil encontrar apoyos en la sociedad para la investigación biomédica, pero no para cualquier otro campo más académico. A los ojos de algunos el investigador es un “geek” o “friki” al que se le paga por hacer cosas raras que a nadie le interesa, pero sobre las que tiene un extraño interés.
En un país en el que el conductor del camión de la basura cobra más que un joven investigador se tiene envidia por el segundo porque se supone que trabaja en lo que le gusta, aunque sea en un tema con tan poca apreciación social como los polinomios ortonormales. Nada molesta más al español medio que la felicidad ajena, lo que no deja de ser una paradoja en una sociedad que tanto presume de ser feliz como la española (hipócritamente). Ya se sabe lo que dicen: “tan bien como en España no se vive en ningún sitio”. Es lo malo que tiene no viajar o viajar sin ver realmente nada y sólo para presumir de haber viajado, que sigues siendo un cretino a la vuelta. También afirman que en Suecia están tan tristes que se suicida mucha gente, aunque no mencionan que en España se suicidan ya nada menos que unas 30.000 personas al año, siendo la primera causa de muerte violenta en el país.
La realidad, la pura realidad, es que todo lo que nos pasa ahora es culpa de los habitantes de este país, con gran ayuda de la subespecie de la casta política y la presión de una élite económica putrefacta. Todo debía de haber comenzado a mejor hace, por ejemplo, 20 años, cuando se decidía qué clase de país iba a ser este. Pero no comenzó. En esos tiempos hubo una crisis (lo de ahora es una depresión) y también se decidió recortar en la ciencia. Hemos vuelto a perder otros 20 años.
La sociedad es la que es y la realidad social nos la contaban en emule science news [1] hace un días a través de un dibujo muy explícito:

Foto

Es gráfico representa la cercanía de los ciudadanos de ciertos países con la ciencia frente al conocimiento científico de los mismos. En este caso “el nivel de cercanía con la ciencia mide el grado de interés que muestran los ciudadanos por las noticias relacionadas con los temas científicos”.
La relación es obviamente lineal. Obsérvese que, casualmente, son los países católicos los peor posicionados en la gráfica y el país en el extremo inferior es España.
No solamente ignoramos la ciencia, sino que además la sentimos muy lejana. Ni sabemos ni nos importa. Una cosa son los cuatro que escribimos sobre ciencia y los pocos que nos leen y otra muy distinta la realidad. Esto es algo histórico que se viene arrastrando desde hace siglos y da la impresión de que a nadie le importa y que nadie ha hecho nada por remediarlo en las últimas décadas.
La sociedad ignora la ciencia. Los políticos salen de esa sociedad, así que son como ella y la sirven como tal. Se deben al voto del ciudadano y al ciudadano no le gusta la ciencia, le gusta el fútbol y la prensa rosa. Ve el infame Tele5 y no La2
Los políticos no solamente no han apoyado la ciencia, la han torpedeado. Porque el político español siente un profundo desprecio hacia el conocimiento desde que en este país la ilustración fue liquidada. Se desprecia y envidia lo que no se tiene. En la anterior legislatura más del 50% de los diputados no tenían título universitario (para apretar el botón de voto no se necesitan muchas luces si simplemente obedeces). Si algo tienen en común empresarios y políticos españoles es el de rodearse de gente servil con poca formación (pero muy “lista”) que no les haga sombra ni les lleve la contraria; además de rodearse de familiares, claro. Los planes Bolonia y similares no son más que una pieza a añadir a esa estrategia de devaluar los estudios universitarios con la connivencia de una sociedad que quiere un título sin esfuerzo (aunque sea pagando) que le sirva para encontrar un empleo cualquiera (el español no parece comprender el concepto de inflación). Eso por no entrar en el tema de las “universidades” privadas.
La universidad es la máxima institución educativa y científica y no tendría que deberse ni a la sociedad, ni a los políticos ni a los mercados. Si se quiere transformar la sociedad y el país, la universidad tiene que proporcionar el conocimiento para ello, no para lo que el mercado demanda en la actualidad, sino para moldear el futuro del mundo. Quizás no haya mucha necesidad de formación para un ingeniero de telecomunicaciones que termine vendiendo teléfonos móviles en una tienda, pero si no se le da esa formación jamás podrá hacer otra cosa, ni en el país se fabricará el futuro “Iphone”, como sueña algún político inculto. El conocimiento y la formación son los que deben ser, no lo que la sociedad y el mercado demanden en un momento dado. Sobre todo porque la sociedad y el mercado pueden estar profundamente y absolutamente equivocados. Un filósofo o un experto en semíticas son infinitamente más útiles para una sociedad avanzada y culta que un mal ingeniero.
Gran parte de la culpa de que la sociedad ignore la ciencia la tienen los propios científicos y las instituciones a las que pertenecen, pues no se molestan ni lo más mínimo en divulgar la ciencia. Aunque, claro, tampoco tienen mucha ciencia realmente interesante que divulgar, salvo casos excepcionales. Al fin y al cabo, nunca alcanzamos la masa crítica suficiente como para que fuera de otra manera.
Los pocos que divulgamos lo hacemos por amor al arte y sin muchos apoyos. A veces incluso a escondidas por lo que nos pueda pasar. Al final formamos un círculo cerrado de gente a la que le interesa el tema y no vemos la realidad de la sociedad española.
Al político le interesa una ciencia aplicada, una “innovación” sin que haya que pasar por las fases de investigación ni de desarrollo. Algo que dé dinero, pero absolutamente paradójico en esos términos. Para ello dicen apoyar “la excelencia” sin que se sepa qué diablos quieren decir con ese término. Ahora ya sostienen que hay crear “un nuevo modelo de crecimiento”. Es de suponer que todo esto salga de una fluctuación cuántica, es decir, de la nada. No deja de ser irónico que esos que no tienen ni título universitario y que han fomentado tanto el fraude del ladrillo, el amiguismo, la corrupción y la confusión en la separación de poderes hablen ahora así.
Por otro lado, al empresario español no le interesa ninguno de esos aspectos (habrá excepciones en algún lugar, dicen). Aquí no tenemos un Google, ni un Apple, ni un Microsoft, ni un HP… Incluso cuando alguna de estas empresas aterriza en España termina adquiriendo los vicios del lugar. Conozco a alguien que en su juventud empezó a trabajar en IKEA cuando esta empresa se instaló en España. El sueldo era bajo, pero el ambiente era agradable, los compañeros se llevaban bien y los trabajadores eran moderadamente felices. Todos eran españoles, salvo los jefes, que eran suecos y al parecer amables e inteligentes. Pero estos jefes suecos se fueron una vez que la empresa funcionaba y dejaron los mandos a jefes españoles. Entonces, con ese mismo bajo sueldo y con esas mismas personas el ambiente de trabajo se estropeó y los empleados empezaron a pasarlo mal y a desear irse a otro lugar (da igual, al final uno se da cuenta de que en España no hay escapatoria a no ser que se sea autónomo o funcionario).
Y es que en las empresas españolas no solamente no se investiga, ni se desarrolla, sino que están dirigidas por incompetentes corruptos, sobre todo si tienen algo que ver con la construcción. No prospera el empresario innovador (alguno habrá en algún punto del espacio-tiempo), prospera el que tiene buenos contactos (incluso rezar en la misma iglesia une a algunos entre sí), el que soborna, el que se deja sobornar… ¿De verdad que alguien cree que esa gente puede apoyar el que haya investigación en las empresas sean del tipo que sean? Sólo la corrupción de la clase política es comparable en podredumbre.
Hace 20 años se podía haber intentado cambiar las cosas y haber invertido (de verdad) en ciencia y educación, pero no se hizo. Se podía haber tenido un proyecto de país, una dirección clara hacia la que viajar. Se podía haber invertido en ciencia y, sobre todo, en educación (desde los estamentos más bajos hasta los más altos) para hacer comprender al ciudadano lo maravillosa que es la ciencia, la inmensa riqueza intelectual que ha proporcionado y proporciona, el goce intelectual que nos otorga su belleza, la relación inherente que hay entre su desarrollo y el bienestar de las naciones. Se podía haber divulgado la ciencia, formado profesores, futuros políticos y empresarios… Con el tiempo se hubiese conseguido cambiar la manera de pensar de, al menos, una generación y con ello quizás al país en un futuro. Pero una población con cierto porcentaje de mentes críticas y formadas es algo muy peligroso para el político mediocre y el “empresario” corrupto.
Ahora es demasiado tarde amigos, de nada sirve rasgarse las vestiduras a estas alturas. Hemos chapoteado tanto en el lodazal de la miseria moral que ya no podemos salir de la indigencia intelectual. ¿Dónde estaban durante todo este tiempo todos esos que ahora apoyan la inversión en ciencia y se quejan de los recortes? ¿Hacia dónde miraban cuando sucedía lo que sucedía? ¿Estaban ciegos, sordos y mudos? ¡Ay el pecado de omisión! Ya no hay ciencia y mucho menos ciencia que nos saque del agujero económico en el que estamos inmersos. Ahora no se puede improvisar un desarrollo tecnológico. El país es el basurero apestoso que aparenta o incluso algo mucho peor.
En lugar de tener un proyecto de país se decidió vivir del cuento, o más bien de un timo piramidal llamado burbuja inmobiliaria. Proceso en el que participó una gran parte de la población al grito ignorante de “en España la vivienda nunca baja”. Que la burbuja iba a estallar y a llevarse por delante la economía lo sabía cualquiera con un mínimo de formación, era de libro de texto y el ejemplo reciente de Japón así lo atestigua (si los tulipanes holandeses del XVII no son suficientes). Eso se aprende incluso en un cursillo de economía impartido en un par de tardes. Pero la avaricia produce una ceguera profunda y el país fue sumido en una gigantesca estafa que dejó un reguero de políticos corruptos, empresarios siniestros, jóvenes albañiles semianalfabetos conductores de BMW, una liga de fútbol que nunca pudimos permitirnos salvo para adormecer nuestras mentes y zafios con ínfulas de nuevos ricos que conducían sus todoterrenos a través una absoluta nada interior recubierta de espejismos.
Los que se llenaron los bolsillos de dinero ya lo han sacado del país y aquí sólo queda una deuda monumental. Ya volverán a comprar a precio de saldo lo que quede cuando toquemos el profundo fondo. Se estima que el agujero de los bancos y cajas con exposición al ladrillo está entre 100.000 y 250.000 millones de euros. Nadie se atreve a decirlo, pero ese agujero no hay quien lo rellene, así de simple, pese a que el estado lo intenta hacer a costa de la educación, la sanidad y la ciencia. Los buitres, las familias de siempre, los poderosos de siempre, ya se prestan a sacar tajada del desaguisado. Ya no hay ladrillo, que la gente viva en donde pueda aunque haya millones de viviendas vacías. Ya que no se les puede explotar a través del lugar en donde viven, pero quizás sea posible explotarlos a través de sus cuidados médicos. Ahora no les quedará más remedio que pagar por la salud. También tendrán que pagar por una educación si alguna vez quieren ser un “ingeniero” informático submileurista picacódigos que se cree ser algo porque le obligan a llevar traje y corbata.
Y los nuevos impuestos se aplicarán a los de siempre, pues el rico no los paga nunca, y éstos destruirán aún más la maltrecha economía. Tenemos asientos de primera fila para presenciar el espectáculo de cómo la máquina del tiempo nos hace retroceder, en el mejor de los escenarios posibles, a los años ochenta.
No se puede decir con delicadeza. Si tiene aspecto de mierda, huele a mierda y sabe a mierda es que es mierda. Así de simple, no lo duden. España es una estafa, siempre lo ha sido y muchos han contribuido a ello. ¿Que no es así?, ¿que usted no se lo cree? No se preocupe, la tozuda realidad y el futuro que siempre nos alcanza se encargarán de convencerlo, sólo tendrá que esperar un poco.
Nunca es tarde para empezar, quizás un plan como el relatado pueda hacer que en otros 20 años este país sea diferente. Puede que haya alguien que tenga una fe inquebrantable en ello y mucha, pero que mucha paciencia. Otros no.
El consejo más sensato para el joven con inquietudes científicas es que abandone el barco y emigre a otro país, aunque para aquellos a los que les enseñaron los nombres de los arroyos de su ridícula comunidad autónoma (si hay algo peor que España son sus subunidades) y no dónde está el Orinoco o el Mekong probablemente ya sea demasiado tarde.

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