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NeoFronteras

Sobre el accidente de Fukushima

martes 12 abril 2011 - Tipo: Editorial

Uno de los mayores terremotos, seguido de un tsunami muy grave ha provocado un accidente nuclear que ya está en el punto más alto (el 7) de gravedad en la escala de accidentes nucleares. Incluso después de un mes desde la catástrofe todavía no han conseguido dominar el problema y ya hay estroncio radiactivo en el medio. Encima, las réplicas, que son de alta intensidad, se siguen produciendo y se producirán durante meses y dificultan las labores de unos hombres que ya están condenados a morir.
Lo inconcebible, que se produjera un accidente nuclear en uno de los países más avanzados del mundo, se ha dado. No es ni será Chernobil, pues el diseño demencial de esa central no se da aquí, pero la gravedad es indiscutible.
Durante un mes hemos sufrido, una vez más, la politización de algo que tenía que ser meramente técnico. ¿Son seguras las centrales nucleares? Unos dicen que sí sin perturbarse y otros que de ninguna manera, que las centrales nucleares son Satán y que vagan por las noches comiendo niños.
El dogma está reñido con la razón. No podemos permitirnos el lujo se guiarnos por los dogmas, sino por los hechos, los informes y los estudios independientes, sobre todo independientes.
Lo que no es de recibo es la ignorancia patente de los que se supone que nos tienen que informar. Los medios de comunicación no tienen asesores científicos y en estos días hemos tenido que asistir a muchas inexactitudes. Que la radiación se pueda barrer (pasa una escoba por encima de un rayo gamma a ver qué pasa) o que el yodo “neutraliza” las radiaciones son sólo unos ejemplos. Que el vertido se mida en millones de litros y no en metros cúbicos es otro ejemplo de manipulación. Esta mala información se ha mezclado además con la paranoia y miedo de la población. Un miedo instintivo, visceral, a lo nuclear, ya que Fukushima ha llegado cuando Hiroshima no estaba olvidada (ni lo estará nunca).
No viene mal recordar que si se vive donde hay granito se está sometido a radiación. Una casa de ladrillo, hormigón o con las paredes recubiertas de yeso es radiactiva. Sólo por dormir al lado de alguien se recibe radiación. También recibimos radiación si volamos en avión, subimos una montaña, usamos un monitor de rayos catódicos, nos hacen un TAC o una radiografía… El Sol y el Universo son radiactivos. Hemos evolucionado en un ambiente que nos permite sobrevivir a ciertos niveles de radiación, pero no a otros superiores. La bacteria Deinococcus radiodurans es capaz de vivir en el agua radiactiva de un reactor nuclear, nosotros no. Pero las radiaciones siempre tienen un efecto estocástico incluso a bajos niveles. Efecto que ha permitido la evolución de las especies, pero que como individuo nos puede costar caro.
Los políticos tampoco se han portado nada bien en este asunto del accidente. Unos en Japón no informando lo suficiente y otros diciendo que llegaba el “apocalipsis” y haciendo electoralismo barato. Lo malo es que son los políticos los que al final toman las decisiones si nosotros les dejamos.
Un terremoto de esa magnitud seguido de esa ola gigante era inconcebible, pero ha pasado. Las centrales resistieron, pero los sistemas de refrigeración de apoyo fallaron. Las piscinas con residuos estaban situadas en sitios muy mal ubicados y uno de los reactores estaba cargado con plutonio. La mala suerte y la mala planificación no han favorecido.
No podemos asegurar que algo así no pueda ocurrir de nuevo y la ley de Murphy es inexorable. No podemos permitirnos el lujo de tener, más o menos, un accidente nuclear cada 20 años. Eso es inasumible a largo plazo. Tampoco es asumible que durante miles de años nuestros descendientes se hagan cargo de los costes del almacenamiento de residuos radiactivos. Eso no es ser barato, es derivar los gastos a otros no nacidos aún. Y fue un pecado egregio hace estallar bombas nucleares en la atmósfera o corteza terrestre durante décadas.
Lo malo es que deseamos que nuestros aires acondicionados o pantallas de televisión sigan funcionando y no queremos asumir lo que eso significa. Somos cínicos e hipócritas.
El ser humano tiene un impacto sobre el planeta, impacto que es cada día más grave. El mundo tal y como lo conocemos habrá desaparecido ya hacia el 2050. No habrá una fecha dada para el cataclismo, sino que poco a poco a poco, casi sin darnos cuenta, nos adentraremos en un mundo cada vez más triste y sombrío, sin selvas, bosques o arrecifes de coral. Un mundo cada vez más escaso en agua dulce y alimentos (y posiblemente violento). Un mundo pobre en especies en el que lo que más sobre será precisamente gente. La sexta gran extinción masiva se está dando ya, delante de nuestros ojos, y no lo queremos ver porque verlo significaría cambiar un estilo de vida que no queremos cambiar. Fukushima al lado de este problema es la nada o una muestra más de nuestro impacto.
El estilo de vida que llevamos tiene un coste a muchas escalas y hay que decidir qué huevos rompemos para hacer la tortilla. Podríamos arriesgarnos con la energía nuclear, pero las otras energías tampoco son inocuas. El carbón mata al año muchas más personas que la energía nuclear. Pero un accidente mortal en la mina nos afecta menos que uno por radiación, es algo visceral.
El cambio climático producido por la quema de combustibles fósiles nos pondrá en una situación muy grave tarde o temprano. Un clima diferente cambiado en un siglo y que dure durante cientos de años es una mala receta para la supervivencia. No podemos asumir el uso de combustibles fósiles y que el coste y platos rotos lo paguen futuras generaciones, pero lo hacemos igualmente, sin inmutarnos. Ahí va una apuesta: quemaremos hasta la última gota de petróleo que quede en el mundo, esté a la profundidad a la que esté.
Las energías alternativas son caras (es la pura verdad) y no queremos pagar ese extra que significa su uso o pagar los impuestos que financien la investigación sobre su abaratamiento. Encima hay muchos intereses económicos en juego. Las primeras son las empresas eléctricas, que quieren ganar más y más dinero a costa de lo que sea (con beneficios récord en estos años de crisis, por cierto). Pero también el montón de intermediarios que viven del cuento en todo este asunto y en muchos otros. El mismo estado tiene una insaciabilidad pasmosa a la hora de gravar con impuestos (incluso impuestos aplicados sobre impuestos) a la energía o a cualquier cosa que se tercie. Sin embargo parece que no le interese gravar con impuestos a los que más tienen y menos producen, como los bancos, ni apoyar la investigación de nuevas fuentes de energía. El gran defecto de nuestro sistema económico no es la producción o el consumo, es el negocio montado sobre el movimiento de capitales. Se hacen fortunas moviendo electrones por las redes de comunicación financiera. Esta actividad no considera los límites finitos de nuestro planeta y se basa en empobrecer a muchos para enriquecer a unos pocos listillos o bien “conectados”.
Debemos elaborar estudios independientes que nos digan exactamente el coste y posibles riesgos de todas las fuentes de energía y decidir, ya informados, por cuál o cuáles apostamos, cómo las mejoramos y hacemos más seguras, cómo las implantamos, cómo eliminamos a los parásitos o qué incentivos dispondremos.
Y tendremos, sobre todo, que renunciar a ciertos lujos si queremos que el planeta y la especie humana tengan una oportunidad en el futuro. Un futuro viable pasa por tener menos hijos y por realizar un consumo que sea responsable o, como mínimo, que no sea descabellado.
El miedo (justificado) a la radiación ha hecho que el entorno de Chernobyl bulla de vida salvaje, vida preciosa como no se veía en Europa desde hace siglos. Es así porque allí simplemente ya no hay personas y la vida se ha recuperado pese a la radiación. El verdadero peligro somos nosotros y no lo queremos ver, tanto que hasta estamos poniendo en riesgo nuestra propia supervivencia. Somos peores que las radiaciones.

12-04-2011  »  NeoFronteras

Comentarios: 4

  1. tomás
    13 abril 2011 @ 7:32 pm

    Estoy tan de acuerdo con todo que sólo en algo nimio puedo discrepar. Supongo que el límite de la extracción de petróleo estará cuando se precise más energía para sacarlo que la que puede proporcionar. Supongo que entonces sólo se utilizará para obtener otros materiales, pero no como fuente de energía.

  2. jose M. Piñeiro
    27 abril 2011 @ 1:54 pm

    Como ditas entu articulo, no hay fuente de energia inocua, por lo que debemos escoger entre las que tenemos. Creo que no hace falta estudiar las fuentes actuales, pues sus limitaciones son sobradamente conocidas, aunque no reconocidas. Hagamso un repaso:
    – Energias alternativas. No pueden darnos la energia que necesitamos a un coste razonable. Y con razonable me refiero a que nuestra economia pueda sustentarse con ellas.
    Esto no quiere decir que debamos abandonarlas, pues hay circustancias donde son utiles, pero no podemos aportar nuestro futuro a ellas.
    – Energias fosiles. Estas tiene graves problemas, como su suministro limitado (dudo que podamos hacerlas crecer mas) o que estan concentradas en zonas de escasa estabilidad politica. Pero la desventaja mas gorda es el efecto invernadero. La gran ventaja es su bajo precio.
    – Energia nuclear. Fukusima nos ha enseñado que una empresa occidental, supervisada por un gobierno que todos creiamos intachable, no es mucho mas fiable que los operadores de Chernovil.
    Ha habido ocultacion de datos, engaño, procedimientos nada razonables y una infraestructura que ahora acusan de obsoleta e insegura.
    Los costes de esta energia tampoco estan nada claros, y menos si incluimos la gestion de residuos, el desmantelamiento de la central y el pago de los daños de un posible accidente.
    En cualquier caso es mejor un posible accidente nuclear cada 25 años que un planeta inhabitable por efecto invernadero dentro de 50 años.

    Como podemos concluir tenemos un problema gordo. Nuestra demanda de energia es insostenible al precio actual (y no hablamos de un futuro lejano, sino dentro de dos o tres años).

    Solo queda una solucion racional, y consiste en el ahorro. Podemos asumir que el coste de la energia se duplique (y usar fuentes renovables), siempre que podamos apañarnos con la mitad.
    Con la tecnologia actualmente comercializada, los expertos nos dicen que es posible consumir un 25% menos energia sin privacion alguna. Es decir, haciendo las mismas cosas.
    Sabemos que la tecnologia actual permitiria hacer coches con la mitad de consumo, y electrodomesticos que funcionasen con un ahorro considerable. Actualmente no se fabrican por falta de mercado, situacion que seguramente cambiará cuando los gobiernos apuesten por esta via o el precio de la energia suba.

    Por supuesto no ayuda en nada mentalizar a la poblacion española de que hay que tener mas hijos pues nuestra natalidad es insuficiente (idea muy comun entre los españoles) cuando en realizar la tasa de crecimiento poblacional es positiva y no ha bajado significaticamente.

  3. joabbl
    27 abril 2011 @ 5:31 pm

    Suscribo el artículo y los comentarios al 100%. Somos muchos, gastones y sin ánimo de enmendarnos. No existe la fuente de la eterna energía gratuíta y no queremos entenderlo. Después de las obviedades me gustaría decir un par de cosas más. La primera es que hoy he oído en la radio que en países como Indonesia y otros el petróleo está subvencionado por el gobierno, con lo cual la gasolina es muy barata. El gobierno quiere quitar las subvenciones para evitar la ruina, pero cada vez que lo intenta hay amenazas de sublevaciones y revoluciones. En los años 90 la subida del precio del petróleo provocó la caída del dictador de turno. La conclusión es clara : No todo el mundo paga el verdadero valor de la gasolina y eso tira de los precios. Pero esto no puede durar mucho más y cuando se acabe pasarán cosas. Parece que hay que elegir entre gasolina barata y revoluciones.
    La otra cosa que quería comentar es sobre la energía nuclear. Tengo entendido que existe un tipo de reactor llamado subcrítico que puede funcionar con torio, por ejemplo, que sería mucho más seguro. Además el torio es más abundante que el uranio. Por lo visto en China y la India se está investigando este tipo de reactor. Existen muchas reacciones de fisión y la única razón para usar la de uranio o plutonio es la guerra fría y la fabricación de armas nucleares. En fin, no sé si se llegará a algo por ese camino.

    Saludos

  4. tomás
    30 abril 2011 @ 6:54 am

    Desde luego estamos en un callejón sin salida o con difícil salida imaginable. Las exigencias de una población empobrecida e ignorante -no sabía la subvención de que habla joabbl-, lo indocumentado de nuestros políticos pidiendo más hijos a una población que si la extendemos a planetaria supera ya con creces lo que nuestra Tierra puede dar, nos lleva al desastre. No será solución ningún incremento de la energía disponible y aun pienso que será peor, porque sólo servirá para deteriorar más rápidamente la biosfera. Es imprescindible educar en el decrecimiento, en el ahorro, en el reparto, con base sobre todo en la disminución de la población. Y emplear la tecnología en que la energía sea menos agresiva, pero no en aumentarla. Pero ¿quién puede con la ambición del capital? Habrá más centrales nucleares, se perforará hasta hallar todo petróleo, se harán más presas. La publicidad nos incitará a consumir más.
    ¿A alguien se le ocurren soluciones? Me pregunto: ¿Y si empezásemos por educar a nuestros políticos, para que vean la imposibilidad de continuar así ante la inminencia de la catástrofe, o del punto de no retorno, que viene a ser lo mismo?.
    Un saludo poco optimista.