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NeoFronteras

La vida luminiscente

lunes 17 febrero 2014 - Tipo: Editorial

La vida humana es limitada y corta. Cuando se sobrepasan ampliamente los cuarenta uno es ya plenamente consciente de ello. Pero también se adquiere cierta perspectiva del tiempo, una perspectiva a la que podemos llamar “histórica”. Sonaba a chiste cuando hace unos pocos años se hablaba del siglo XX como “el siglo pasado”, pero era una descripción absolutamente perfecta de la realidad cronológica. Ahora eso de vivir en el siglo XXI lo tenemos plenamente asumido.

Ya no es difícil imaginar la vida en el siglo XIX o en los siglos anteriores. Las personas que poblaron ese mundo pretérito ya no son unos seres remotos, sino que toman la consistencia de seres reales que una vez existieron y que ya no están entre nosotros. Esos seres tenían deseos y miedo, amaban, sufrían y también eran felices al igual que nosotros. Lucharon entre ellos en conflictos sociales y en guerras que nos parecen ahora absurdas. Pero, para ellos, esos conflictos eran tan normales como lo son para nosotros los actuales. ¿Por qué vemos soluciones tan fáciles para el pasado y no para el presente?

Hay personas que llegan a centenarias, por lo que sus vidas son nada más y nada menos que la quinta parte de un periodo de medio milenio. Un quinto no es tan lejano a uno y cinco siglos ya no parecen tantos según esa perspectiva, aunque en ese periodo de tiempo pasen muchos hechos sociales.

Al llegar a una edad ya no cuesta nada imaginar tener una salud sobrehumana y poder vivir varios siglos, como algunas otras criaturas no humanas con los que compartimos planeta o los personajes de ficción de novelas o películas, aunque ese sueño no sea posible ahora ni en el futuro. Para un hombre así de longevo es totalmente asimilable lo sucedido en el lapso de tiempo histórico en el que ha habido ciencia y en el que también hemos cambiado el aspecto de la Tierra.

La ciencia moderna tiene sólo poco más de cuatro siglos y en ese tiempo el conocimiento de la humanidad ha avanzado mucho. Antes sólo se transmitían mitos y fábulas a las siguientes generaciones, además de algunos hechos históricos. Ahora transmitimos conocimientos sobre el mundo que nos rodea, sobre cómo funciona, sobre cómo es realmente. Pero, ¿pasamos a los siguientes seres humanos toda la información relevante?

Con la desaparición de cada humano desaparecen las sensaciones y vivencias que experimentó, el paisaje que vio, aquello que sintió y aquello que amó. Algunos de los que ya desaparecieron nos han legado escritos, pero estos siempre son limitados y muchas veces, no todas, están más orientados al entretenimiento que a la reflexión.

Cada persona viva nos puede contar de primera mano cómo era la visión de la Vía Láctea en el cielo de su pueblo antes de que la contaminación lumínica la ahogara, cuando imaginaba mundos habitados en algunas de esas estrellas. Incluso seguro que pudo ver la galaxia de Andrómeda por el rabillo del ojo, luz que fue emitida hace más de 2 millones de años.

No es lo mismo vivir ciertas cosas que dejarlas por escrito, incluso si se supiera escribir muy bien. Hay sensaciones que no se pueden transmitir, que sólo se pueden vivir cuando llega el momento. No se escarmienta en cabeza ajena. No se siente en el corazón de otro. Sólo se puede aspirar a conectar con otro ser humano cuando se siente o se ha sentido lo mismo.

A la amnesia que todos sufrimos sin querer o queriendo se le suma la amnesia definitiva provocada por la desaparición de los que ya no están entre nosotros, lo que provoca que no seamos consciente de lo que hemos perdido para siempre.

Todos somos el replicante que al final de la película “Blade Runner” dice eso de “He visto cosas que no creerías…” Y, al igual que en la película, todos esos momentos se perderán, de todos modos, como lágrimas en la lluvia.

Recuerdo cuando estaba navegando por los mares de Indonesia en una especie de experiencia eco-turista para pobres, a la vez que una tanto peligrosa. El barco era tan pequeño que, cuando uno estaba en la proa, con el brazo podía tocar el agua al romper el barco una ola. A veces incluso saltaba el agua a cubierta. Pero en ese barco un par de decenas de turistas alternativos cruzamos despacio muchas millas náuticas.

Una noche me situé en la proa mientras cruzábamos el mar de Lombok y pude ver un espectáculo increíble. La proa, al romper la superficie del mar, provocaba que el agua emitiera luz. Cada gota de agua que saltaba y volvía a caer al mar también emitía luz en un juego de fosforescencia increíble. Era una luz débil, pero de un azul precioso. El agua del mar parecía luz líquida. No me cansaba de mirar ese espectáculo.

Entonces, cuando estaba mirando hacia abajo pude ver cómo una ancha estela submarina de luz pasaba velozmente por debajo de la superficie del agua. Justo después un delfín saltó por delante. Más tarde se le sumo otro. Los dos delfines saltaban a un lado y a otro y cuando se sumergían estaban rodeados de esa luz fosforescente, interrumpida por las linternas de unos pasajeros extasiados por la presencia de los cetáceos. Después de un buen rato, los delfines desaparecieron y me pude dedicar con deleite otro rato a observar la fosforescencia de ese mar rodeado por unos volcanes no tan dormidos. No estoy seguro de si mis compañeros de viajes fueron conscientes del privilegio de ver algo así.

Foto
Fuente: DOUG PERRINE—NATURE PICTURE LIBRARY/ALAMY .

En los mares tropicales hay algas microscópicas bioluminescentes: los dinoflagelados. Por la noche, cuando sienten alguna vibración, emiten luz como sistema de defensa para espantar a los depredadores, generalmente copépodos o camarones. Al activarse la luz estos crustáceos revelan su presencia a sus propios depredadores y entonces huyen.

El barco, al romper el agua, provocaba las suficientes vibraciones como para excitar el fenómeno y las gotas al caer también. Lo mismo hacían los delfines con sus cuerpos al moverse bajo el mar. ¡Debe ser increíble ser un delfín y estar rodeado de luz líquida!

Si el agua está en calma y no hay luna, en algunas bahías se puede apreciar el fenómeno a una magnitud todavía mayor. Las olas, al romper en la orilla, emiten esta tenue luz azulada. Es un fenómeno muy difícil de fotografiar o rodar, porque la luz es muy débil, hay que verlo en directo. Porque hay cosas que hay que verlas, no vale sólo con que te las cuenten.

El prodigio es tan bonito que en algunos puntos del Caribe incluso se ha creado una infraestructura hotelera para explotarlo. Los turistas se pueden incluso bañar y activar la bioluminescencia de esas aguas, cuanto más rápido te mueves más luz se emite.

El que esté interesado puede comprar cultivos de estos dinoflagelados y tener una botella especial con agua de mar que emita luz por la noche. Al parecer, una botella de esas incluso manifiesta, con pulsos de luz, los pasos que se dan por la habitación en la que se encuentra. Pero esto no es obviamente lo mismo que la experiencia natural.

El pasado otoño la laguna Fajardo en Puerto Rico dejó de presentar el fenómeno y hace un par de semanas lo mismo le ha pasado a otra laguna marina de la isla de Bieques. Cada vez quedan menos lugares del Caribe en el que todavía se dé el fenómeno. Con el tiempo también pasará en otros lugares. Al final nadie lo podrá ver y se perderá para siempre. Al cabo de mucho tiempo incluso nadie lo podrá contar de primera mano.

Estos apagones en las lagunas luminiscentes son indicadores del impacto del ser humano sobre el ambiente. Los dinoflagelados prosperan cuando se dan las condiciones adecuadas de temperatura, pH, salinidad, etc. Viven en aguas someras, en condiciones tropicales estables, bajo un régimen de vientos específicos, rodeados de manglares que les proporcionan nutrientes… La actividad humana cambia estos parámetros y los dinoflagelados simplemente ya no pueden sobrevivir. Incluso la contaminación lumínica les afecta, no sólo porque nos impide apreciar el fenómeno como le pasa al cielo estrellado, sino porque además la luz nocturna artificial inutiliza su sistema de defensa. La propia infraestructura hotelera altera el ecosistema en el que viven los dinoflagelados y del que depende directamente.

Normalmente podemos ignorar nuestro impacto sobre el medio porque las consecuencias son lo suficientemente discretas o lentas a escala de un humano como para no querer verlas, pero en este caso de la bioluminiscencia es algo tan visible y súbito que no lo podemos ignorar. Es una señal de alarma.

Las lagunas luminiscentes se apagan, las abejas desaparecen, los glaciares se funden, los corales se mueren, la selva es talada… Y, sin embargo, nos negamos a ver el impacto que tenemos sobre el medio. Somos seres biológicos, no podemos vivir aparte de los ecosistemas terrestres, los necesitamos. Tampoco tenemos escapatoria a otro planeta, estamos adaptados a este, unidos a él. Es nuestra única casa posible en todo el Cosmos.

No somos conscientes de lo que podemos perder, de lo definitiva y absolutamente irreparable que puede ser la pérdida. Además, no tenemos derecho a extinguir especies que llevan por aquí desde mucho antes de que apareciera el ser humano. Son nuestros compañeros de viaje por la galaxia en esta nave Tierra única e irrepetible.

Durante 500 millones de años de vida compleja sobre la Tierra el ser humano no ha sido importante. Podría desaparecer y no pasaría nada. Tampoco tenemos ningún derecho natural a existir. La Naturaleza se repondría de nuestros daños en unos millones de años y al cabo de un determinado tiempo quizás podría surgir una especie realmente inteligente, o no.

Sin embargo, no sabemos si la vida es común o si la vida inteligente es escasa. Somos el único ejemplo conocido de sistema que permiten al Universo verse a sí mismo. Puede que incluso la vida sea algo muy raro en el Cosmos. En todo caso, el peso de nuestra responsabilidad es enorme, inmenso. No podemos mirar para otro lado.

La vida humana es un privilegio en todos sus aspectos. Las lagunas luminiscentes son sólo un ejemplo de lo maravilloso que este mundo, de la belleza que encierra. Pero no hacen falta ejemplos exóticos con los que no estamos familiarizados, no hace falta viajar muy lejos. Estamos tan continuamente inmersos en la belleza que ya no la sentimos, nos hemos inmunizado frente a ella. Estamos tan entretenidos que no la vemos, tan distraídos que no la vivimos.

Damos todo por sentado, porque creemos que no lo podemos perder para siempre, porque creemos que viviremos para siempre. O de acuerdo a eso nos comportamos.

Este es un mundo lleno de prodigios que ninguna otra civilización estelar podrá nunca comprender. Cada flor silvestre, esos copos de nieve que reflejan la luz del sol como si fueran millones de diamantes, ese verde intenso de la fronda de un helecho húmedo por la niebla, el vuelo de una libélula (¿cuándo fue la última vez que lo viste?), el canto de los pájaros después de la lluvia, la intermitente luz de las luciérnagas, el hielo azul y longevo de un glaciar, el olor a monte, las infinitas coloraciones que adoptan la nubes, la sensación de una fresca brisa sobre el rostro y tantas otras cosas increíblemente bellas no pueden perderse para siempre como lágrimas en la lluvia. Son incluso más hermosas cuando las contemplamos a través del prisma de la ciencia, porque las entendemos, porque a la vez tocan nuestro corazón y nuestra mente.

No estamos simplemente en este mundo, formamos parte de él. Todo está relacionado. Somos parte del Universo.

No tenemos alternativa. No podemos robar todas estas maravillas a las futuras generaciones, no podemos eliminar ese conocimiento, no podemos condenarnos a la extinción o a una existencia vegetativa sin belleza alguna, sin honor, desolada. Debemos cuidar la vida en la Tierra porque es proteger nuestra propia vida y la de los que vendrán, única a su estilo en toda la galaxia. Quizás incluso sea la única vida autoconsciente, seguro que singular entre otras posibles, pero que permite al Universo contemplarse a sí mismo y admirar su inconmensurable inmensidad.

Demostremos que, además de todos nuestros múltiples defectos, también tenemos la suficiente grandeza como para solucionar los problemas que hemos creado.

Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com//opinion?/p=104

17-02-2014  »  NeoFronteras

Comentarios: 7

  1. Pocosé
    18 febrero 2014 @ 9:56 am

    Gracias por este brillantísimo alegato en defensa de una ÉTICA para con la VIDA.

    Por mi parte no renuncio a una ética mayúscula, que desarrollada con razonamientos lógicos y apoyada en los conocimientos científicos, se vaya abriendo camino hacia la universalidad que tanto unos como otros ya alcanzan.

    Solo una pequeña discrepancia: Las guerras actuales me parecen mas absurdas, ya que tenemos los conocimientos y los medios para evitarlas.

  2. thetimethespaceandandtheman
    4 marzo 2014 @ 3:08 pm

    «Este es un mundo lleno de prodigios que ninguna otra civilización estelar podrá nunca comprender. Cada flor salvaje, esos copos de nieve que reflejan la luz del sol como si fueran millones de diamantes, ese verde intenso de la fronda de un helecho húmedo por la niebla, el vuelo de una libélula (¿cuándo fue la última vez que lo viste?), el canto de los pájaros después de la lluvia, la intermitente luz de las luciérnagas, el hielo azul y longevo de un glaciar, el olor a monte, las infinitas coloraciones que adoptan la nubes, la sensación de una fresca brisa sobre el rostro y tantas otras cosas increíblemente bellas no pueden perderse para siempre como lágrimas en la lluvia. Son incluso más hermosas cuando las contemplamos a través del prisma de la ciencia, porque las entendemos, porque a la vez tocan nuestro corazón y nuestra mente.

    No estamos simplemente en este mundo, formamos parte de él.»

    Neo, Neo,,,,,,,,, que grande eres,,,,,,,,,,,,

    Hace unos días me estaba yo bañando en una piscina municipal.

    De pronto lo pensé.

    Todo mi cuerpo, estaba rodeado, flotando, entre átomos de hidrógeno y oxigeno.

    Y ahora, sé, si, sé, que esos átomos de hidrógeno que me rodeaban, fueron creados en el origen del universo.

    Han pasado casi 14.000 millones de años, esos mismos átomos entre los que yo (¿yo?) flotaba, y ahora, jugaban con mi piel, y yo (¿yo?), los sentía (Como simples átomos, nada especial, pero los sentía).

    Han pasado la formación de nubes galácticas, la formación de las estrellas donde se formaron nuestros átomos de carbono y salieron en supernovas.

    Han pasado la formación del 2º sistema estelar, nuestro sistema solar.

    Entre ellos, jugaba yo (¿yo?).

    El conocimiento nos da una visión de la vida absolutamente única.

    Y si neo, es grande, y es bella, inmensamente bella.

    Uno siempre puede esperar que alguien le defraude, pero desde que vi aquellas frases tuyas:

    “·El Universo es ciego a nuestros deseos e indiferente a nuestro sufrimiento”.

    “Esas playas, por donde un Ulises quizás anduvo, están ahora ahogadas por hoteles grotescos y apartamentos anodinos.”

    http://www.neofronteras.com/opinion/?p=98

    Eres de los pocos, muy pocos, con quien tomaría un café.

    Tu unión de rigor en conocimiento científico, y rabia de espíritu humano (¿Has visto la película GATACA?, su frase de presentación es que no hay gen para el espíritu humano), creo que tiene que ver con la naturaleza de un ser humano.

    Cuidate.

    Javier.

  3. thetimethespaceandandtheman
    4 marzo 2014 @ 3:35 pm

    Pequeños átomos mensajeros del principio del universo, que a saber si formaron parte de agua de planetas que, en supernovas cercanas, fueron de nuevo echados al espacio, antes de reagruparse para formar nuestro actual sistema estelar.

    Viajeros inmortales durante la eternidad del universo, desde que se enfrió lo bastante para ser opaco.

    A saber si igual que jugaban ahora conmigo, entre las palmas de mi mano, escurriéndose entre mis dedos, no jugaron en esos antiguos mundos con la piel de otros seres en los que las esperanzas bailarían en una mente inimaginable para nosotros.

    Los mismos átomos que yo tocaba entre mis dedos.

    O jugarán el día de mañana, cuando nuestro sol engulla la tierra y tras ser expulsados al vacío, acaben formando otro sistema solar, otra cadena evolutiva, otros seres,,,,,.

    Pequeños viajeros inmortales desde el principio del universo.

    Espero que este enlace de música funcione, sinó, siempre podéis ir a verlo a su dirección:

    http://www.youtube.com/watch?v=6tsamNxGC9U

    Javier.

  4. Miguel Ángel
    9 marzo 2014 @ 2:14 am

    ¡Pues claro que sí! El camino más corto para que las cosas cambien es por la vía sentimental,-buena prueba la tenemos tanto el artículo como en los comentarios- y , si el sentimiento se contagia, no será difícil que mucha más gente reme en la misma dirección. Enhorabuena a Neo por el artículo y a todos los amigos por estar en sintonía.

    Querido Javier/Theti:

    «Pequeños viajeros inmortales desde el principio del universo»…¡qué bueno!, el recuerdo a The Velvet, me ha hecho recordar que hace poco que nos dejó Lou Reed..y ya que hablas de inmortalidad, me ha venido a la memoria el estribillo de «Venus in furs»:

    «I am tired, I am weary,
    I could sleep for a thousand years,
    a thousand dreams that would awake me,
    different colours made of tears.»

    Abrazos.

  5. JavierL
    19 marzo 2014 @ 5:11 pm

    ¡Es una redacción exquisita! Muchas gracias por regalarnos este artículo neo.

  6. tomás
    6 agosto 2014 @ 8:21 am

    Algo así soñé hace ya muchos años; quizá treinta, posiblemente más:

    IMAGINARIO

    Más allá de los campos
    detrás de las montañas,
    donde el río se entrega y se disuelve,
    delfín y mariposa se han unido;
    ella ha puesto sus alas
    y él su lúbrico cuerpo
    para el barco velero de mis sueños.

    Delfín y mariposa,
    agua, aire y luz
    mirad que no sé bien cual es mi causa
    que no sé lo que soy ni a qué he venido,
    ni sé qué es la ilusión
    y qué lo cierto.

    En el nítido añil de medianoche,
    bajo el interrogante plateado
    en un cielo de joyas
    donde nada está escrito,
    en la luz de las aguas y en el aire
    Pegaso de los mares:
    escribe mi destino.

    Rumor de velas blancas
    en el viento süave,
    palabras como perlas encantadas,
    números de leyenda:
    decidme aquí el mensaje.

    Pirausta entre las aguas y los vientos
    solución que facultas lo imposible
    con tus alas de raíz fabulada,
    luminaria en mar adormecido,
    tú que puedes llegar
    adentro de mi alma;
    enséñame el camino.

    Dedicado a mis queridos amigos, vosotros.

  7. javier
    24 febrero 2015 @ 6:45 pm

    Cierto, muy válido y hermoso todo lo que escribes, lo comparto en mente y corazón con ligeras discrepancias.
    Ahora si quieres causar verdadero impacto para que no ocurra la debacle que se nos viene encima debes plantearlo en otras esferas: donde estan los poderosos, aunque pensándolo bien esto ya se les ha planteado, por tanto no tiene sentido hacerlo. La lógica me dice que no queda mas que manifestar abiertamente que el poder planetario no esta en buenas manos y deben cambiar los actores, de otra forma el humano como lo conocemos con su «civilización» desaparecerá o quizás solo casi desaparecerá.
    Saludos