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NeoFronteras

Publicar en ciencia

sábado 10 septiembre 2005 - Tipo: Editorial

El individuo de la calle desconoce, en general, cómo es la vida del científico. En este artículo vamos a explicar uno de los aspectos del trabajo de los investigadores, en concreto la vía que utiliza para dar a conocer los hallazgos que ha encontrado y la problemática relacionada con este asunto.
El trabajo del científico es siempre muy laborioso, y pueden pasar meses e incluso años para obtener todos los resultados de algún experimento. Un astrofísico vive con el par de veces que al año le conceden tiempo en los telescopios. Un biólogo que trabaje con plantas o animales tiene que esperar a que esos seres crezcan se desarrollen e incluso se reproduzcan para obtener los datos necesarios. Un físico de materiales tiene que crecer muestras por epitaxia, “sputering” u otros medios para luego poderlas medir, cosa que en general no es fácil y toma su tiempo. Alguien que trabaje en simulaciones tiene que escribir largos programas de software y luego esperar a ver los resultados de correr dichos programas en grandes ordenadores o granjas de PC´s.
Mientras tanto, además de trabajar en sus resultados y pensar sobre ellos, todos los científicos leen los artículos (o, al menos, el “abstract” y conclusiones) que otros colegas han escrito sobre su campo en concreto. Artículos que su institución debe pagar mediante una subscripción física o “on line” a precios astronómicos, pues los precios de las publicaciones científicas son distintos para instituciones (porque se supone que hay más de un lector) que para subscriptores particulares.
Todos los investigadores quieren publicar sus resultados en revistas científicas, si estas revistas son prestigiosas mejor que mejor. Qué revista es mejor que otra se mide por el índice de impacto; que, más o menos, suele tener en cuenta la cantidad potencial de lectores que posee.
Así, revistas como Nature o Science están entre las mejores, pero también están Proceeding of the National American Society, Physical Review Letters, Cell, etc …
Entre los científicos hay un dicho que dice: “publica o muere”. No es ninguna metáfora y en el caso español ese “muere” puede ser casi literalmente “muere de hambre”. La posibilidad de ascenso, mejoras de sueldo o simplemente mantener el puesto de trabajo depende del número de publicaciones que se tenga.
El científico vive en general de los impuestos que recauda el estado, y al igual que los individuos que en la prehistoria pintaban bisontes sobre los muros de las cavernas, son mantenidos en sus puestos de escasa repercusión económica directa a condición de exigirles una determinada productividad.
Lo malo es que este sistema no premia la investigación arriesgada que es la que en definitiva da un impulso real a la ciencia. Esto, por ejemplo, ocurre demasiado a menudo en España. Invertir mucho tiempo en una teoría que tiene una probablidad del 99% de ser incorrecta puede ser muy arriesgado porque entonces no publicas, aunque ese 1% suponga un cambio revolucionario en ese campo de conocimiento en caso de que la teoría sea correcta.
Cuanto peor es la financiación científica en un país, peor es esta situación, y las “inversiones” en “ciencia-riesgo” son muy escasas y muy penalizadas en caso de salir mal.
Por tanto, normalmente, se elige una vía conservadora que consiste en dar vueltas a la manivela de la maquinaria de hacer artículos. Había un chiste por ahí que decía lo siguiente: “¿Qué es una sustancia farmacológica (“drug”)? Es un compuesto químico que creado en un laboratorio de investigación e inyectado en una rata de laboratorio produce un artículo científico”.
De este modo, el científico sacrifica “prestigio” o reconocimiento y avance real de la ciencia a cambio de comer todos los días. Quizás el mismo nivel de exigencia nos hubiese dejado sin el arte de Altamira y ahora solo habría un montón de animales pintados con cuatro paligotes.
El caso es que, tanto si tus resultados son revolucionarios o simplemente correctos, tienes que darlos a conocer a la comunidad científica en una revista.
Se supone que ya has analizado tus datos, ya tienes tus conclusiones y has sabido referirlo a los trabajos que ya se han hecho previamente en ese campo. En virtud de todo esto eliges la revista más apropiada para publicar, con ciertas garantías de éxito, tus resultados.
Debes de leer las condiciones que dicha revista impone a los artículos, como tamaño de los mismos, maquetación, tipografía, etc. Una vez que ya sabes eso escribes el artículo en función de esas condiciones y lo maquetas específicamente para dicha revista. Los físicos y matemáticos (debido a la profusa utilización de fórmulas y ecuaciones) utilizan una maravillosa herramienta de software de edición llamada Latex para hacer esto, que es además de gratuita, de dominio público.
Una vez terminado lo envías a la revista con la esperanza de que sea publicado lo antes posible y así poder añadir una línea más a tu curriculum. La revista, entonces, reenvía dicho artículo a uno o varios evaluadores (“referees”). Dichos evaluadores son colegas anónimos del mismo campo que van a leer el artículo y juzgar si se debe publicar así tal cual, corregir o añadir alguna frase, o simplemente aconsejar su no publicación. Estos evaluadores no cobran por esta función y lo hacen sólo por el prestigio que supone el hecho de que les encarguen hacer el trabajo, por haber sido elegidos.
En ningún momento está garantizado que tu artículo sea publicado, pero este mecanismo de control es necesario para poder mantener la calidad. Lo malo es que, como en todas partes cuecen habas, el mundo de la ciencia está formado por personas que a veces tienen egos más grandes que sus sueldos y mantienen rencillas con algún que otro competidor. Algunas veces se producen situaciones injustas, o incluso discriminaciones en función del lugar de origen o lugar de trabajo del señor que envía el artículo.
Pero supongamos que ya ha sido aceptado, entonces la institución a la que pertenece el científico tiene que pagar a la revista por el artículo que se va a publicar. Implícitamente la publicación del artículo conlleva, en algunos casos, incluso la renuncia de los derechos de copyright sobre el mismo, que pasan entonces a la revista.
Una vez publicado, cualquier lector o institución tiene que pagar por leer dicho artículo. Y esta situación sí que es claramente injusta pues la comunidad científica crea el artículo, lo maqueta, los corrige y finalmente paga por leerlos. Paga por todo ello mientras que la revista sólo lo publica. Todas estas condiciones son aun más draconianas cuanto más prestigiosa es la revista en cuestión.
Para compensar esto algunos investigadores mantienen copias de sus artículos en sus páginas Web personales y a cualquier navegador avezado de Internet no le resulta difícil conseguirlos.
Una maravilla que también compensa esta locura es una idea que partió del gobierno de los EEUU para crear un repositorio de artículos científicos, pues el conocimiento científico no puede depender de una única copia depositada en una institución privada. Y de este modo crearon arXiv.org.
Cualquier persona puede descargar artículos científicos de forma gratuita de arXiv.org a través de su página Web (uno de los enlaces misteriosos que mantiene NeoFronteras), y cualquier investigador con cierto prestigio los puede «colgar» allí.
Otra magnífica idea es la de PLoS (Public Library of Science) de cuya página Web (no tienen edición en papel) uno puede bajarse gratis todos sus artículos. En este caso se paga sólo por publicar, pero no por leer.
Europa debería de crear sistemas similares para poder mantener y difundir el conocimiento que tanto cuesta conseguir. Y si esto se lleva a cabo por instituciones públicas mejor que mejor. No es cuestion de ahorrar del chocolate del loro.
Mientras tanto, y para los investigadores que no tienen conocimientos suficientes de informática, sería necesaria la creación de un software, especial sencillo de manejar, que les permitiera poder colgar sus artículos fácilmente en la red, pues estructura de hardware y ancho de banda ya tiene en general.
Si un árbol cae en el bosque y nadie lo oye entonces ¿ha caído en realidad? Pues claro que sí, no depende del observador y además puede dejar fósiles y otras trazas de su existencia detrás de él que un científico puede reconocer. Pero si un artículo científico no lo lee nadie, entonces, ¿de que sirve? No importa si existe o no.

10-09-2005  »  NeoFronteras

Comentarios: 5

  1. german
    6 diciembre 2005 @ 3:50 am

    En realidad me parece que cada país debe apoyar de una manera mas correcta a cada cientifico, ya que algunas de aquellas teorías locas en serio puede cambiar nuestra forma de pensar.

  2. yureinis pinto
    6 junio 2006 @ 12:50 am

    Cordial saludos. Me parece muy interesante este escrito, da una pautas concretas y claras sobre lo que son y hacen los sientificos para crear tales articulos. Aparte de ello quería presentarle una gran inquietud que tengo, ¿cómo y por qué es necesario que las personas lean un articulo cientifico?
    Gracias por la atencion prestada.
    espero su pronta respuesta

    yureinis pinto
    Terapeuta Ocupacional

  3. Moderador
    10 junio 2006 @ 4:07 pm

    Los artículos de primera mano están pensados para ser entendidos por un especialista en la materia. Hay otro tipo de artículos más divulgativos pensados para ser entendidos por personas no especialistas con un mínimo de cultura general.

  4. EVEC
    26 mayo 2007 @ 10:12 pm

    En México como en muchos otros países se le da muy poco reconocimiento a la ciencia así como a los científicos, es cierto que la mayoría de las personas prefieren comprar revista de contenido nulo, las cuales solo hacen que caigan en falacias y les quitan la oportunidad de pensar por si mismos; otra parte que contribuye a la deficiencia en este rubro es el gobierno pues no le conviene que la población sea erudita no solo en adelantos científicos, también en lo social, pues si entendiéramos todo lo que se dice podríamos exigir nuestros derechos, incrementando así nuestro nivel de vida, evitando que solo algunos tengan un nivel de vida superior a la de otros y con ello también ayudar a la promoción y difusión de la ciencia por medio de los distintos medios de comunicación y no solo a través de revistas.

  5. Alvaro Humberto Salas
    21 mayo 2008 @ 11:59 pm

    Mi nombre es Alvaro Salas. Soy profesor de matemáticas del as Universidades Nacional y Caldas, aquí en Manizales, Colombia.

    Me parece muy interesante lo que se comenta . Sobre todo el siguiente aparte :

    «En ningún momento está garantizado que tu artículo sea publicado, pero este mecanismo de control es necesario para poder mantener la calidad. Lo malo es que, como en todas partes cuecen habas, el mundo de la ciencia está formado por personas que a veces tienen egos más grandes que sus sueldos y mantienen rencillas con algún que otro competidor. Algunas veces se producen situaciones injustas, o incluso discriminaciones en función del lugar de origen o lugar de trabajo del señor que envía el artículo».

    He sufrido esto en carne propia. He enviado artículos a revistas como Physics Letters A. Algunos de mis artículos no tienen nada que envidiarle a otros que le publican a los ingleses, gringos, italianos, franceses, chinos y personajes de otros países. ¡ De pronto me los han rechazado por ser colombiano !
    Claro, ¡ porque todo lo del pobre es robado !

    Por eso decidí publicar algunos de estos papers en arXiv.org. De hecho, ya me aceptaron uno y espero publicar otros más.