Content

NeoFronteras

Experimentación animal y radicales

lunes 25 agosto 2008 - Tipo: Editorial

Hace unas semanas se publicó en la sección de portada de esta web una noticia sobre la violencia que sufren algunos científicos que experimentan con animales por parte de los «defensores» de los mismos. De las amenazas a estos científicos y a sus familias se ha pasado a la que quema de sus autos y sus viviendas con sus familias dentro.
La noticia se puso obviamente como denuncia al hecho, y uno esperaría que en una web de estas características, dedicada a temas científicos, no hubiera lectores radicales. A resultado ser que sí, hay esos lectores y algunos de ellos escribieron comentarios al respecto.
Algunos incluso apoyaron esos actos violentos con frases del tipo: «Quién siembra vientos, recoge tempestades. Que cada palo aguante su vela cuando sopla el huracán».
Que aquellos que dicen defender la vida se lancen a la agresión de las personas o apoyen esos mismos actos no deja de ser paradójico y recuerda a otros provida que se dedican a asesinar médicos abortistas.
En la sociedad tan materialista en la que vivimos hay gente que necesita de una guía, un decálogo que dirija sus vidas, un sistema moral en el cual no sea necesario pensar y que esté basado en el dogma. Necesitan identificarse con unas ideas y defenderlas. Los mecanismos cerebrales que hacen posible el pensamiento religioso, son los mismos que crean fanáticos de un equipo de fútbol, que alimentan los nacionalismos, a los terroristas islámicos o a los enemigos de la experimentación animal. En realidad el sistema de organización de esta gente se parece mucho a una secta o a una religión. El sistema es el dogmático, o blanco o negro: «toda vida debe de respetarse de manera absoluta». Se parte de un sentimiento sentimentaloide por los animalitos, igual que se parte del amor al prójimo de algunas religiones, y se construye un sistema dogmático en el que no cabe el razonamiento. Al final, e igual que las religiones que dicen amar al prójimo, se termina evangelizando incluso con la violencia.
Claro está que, cuando se aplica el sistema dogmático de esta gente, se llega al absurdo y a la contradicción absoluta, por no decir al ridículo. Matamos todos los días a miles de ratas (propagadoras de enfermedades) en las alcantarillas con veneno, a millones de mosquitos (algunos portadores de malaria y enfermedades varias) y a muchas más bacterias con nuestros antibióticos. También matamos a las vacas o a los pollos que nos comemos. Podríamos ser vegetarianos, pero las lechugas también están vivas. Y las semillas son plantas en potencia. Al final nos moriríamos de enfermedades e inanición si hiciéramos caso a este pensamiento dogmático.
La Naturaleza, por otro lado, no parece ser muy compasiva con los animales y algunos, que terminan siendo presas, son devorados, aún vivos, por el depredador de turno. Las avispas que depositan sus huevos en el interior de larvas vivas paralizadas tampoco parecen preocuparse por ellas. Y es que el pensamiento moral es puramente humano.
Me permito recordar que cuando se experimenta con animales se siguen unos protocolos estrictos con los cuales se pretende causar el menor daño posible a los mismos. Además los animales utilizados son en su inmensa mayoría «inferiores» como ratas, peces o moscas. Raras veces son «superiores», pero si hay que probar una vacuna contra el SIDA sólo se pueden utilizar monos porque son los únicos que se contagian.
En cuanto a la necesidad de utilizarlos, hoy por hoy y desde el punto de vista científico, son necesarios, nos guste o no. Los cultivos sólo sirven para una primera fase o en determinadas ocasiones. Ya les gustaría a los investigadores utilizar cultivos y no necesitar el engorro que supone el uso de animales. Pero si, por ejemplo, queremos saber cómo funciona un cerebro no podemos usar sólo cultivos de neuronas, sino usar un cerebro completo que viene junto con un cuerpo. La alternativa es no investigar y dejar que la gente con enfermedades neurológicas degenerativas sufra la agonía lenta de su enfermedad o simplemente que no lleguemos nunca a entender cómo funciona el cerebro.
La única manera de curar algo es entender la enfermedad, lo contrario es lo que hacía el hechicero de la tribu. Aunque siempre habrá gente que quiera volver a la tribu donde, según ellos, se vivía en armonía con la Naturaleza y no había enfermedades, porque, según ellos, todas las nuestras están causadas por el estilo de vida moderno. La verdad es que la media de vida de esa gente no llega a los 40, sufren enfermedades (algunas terribles como el kuru) y tienen un índice de asesinatos elevadísimo. Es lo malo del pensamiento mitológico (como en los nacionalismos), que no aporta información real. Tenemos enfermedades modernas porque al vivir más tenemos tiempo para tenerlas.
Esta gente menciona a las farmacéuticas como cuando el fanático religioso menciona al diablo, pero si el estado no invierte en este tipo de investigaciones alguien lo tendrá que hacer. La investigación farmacológica no sale gratis, siendo más bien muy cara. Claro está, como toda organización humana, las farmacéuticas son imperfectas y desde luego no son altruistas. La avaricia de la que pueden pecar es la misma que la que peca cualquier otra empresa. Pero no podemos acusar al latifundista de arar la tierra (en esta metáfora «experimentar con animales»), cuando el pequeño agricultor hace lo mismo, aunque especule menos con el producto final y la riqueza esté mejor repartida. Ni tampoco podemos acusar a ambos de tener beneficios.
El problema es la ignorancia y la pervivencia del mito. Los científicos no son ni Prometeo ni Frankenstein, ni científicos locos, ni sádicos que disfruten con el sufrimiento animal. Personalmente conozco a algún investigador que cuando tiene que sacrificar a sus animales no lo puede hacer por pena y tiene que delegar en alguien para la tarea. Los científicos son personas, tiene sentimientos y, con permiso de Ernst Lubitsch, sangran cuando se cortan. Quieren a sus mujeres y a sus hijos, y no son violentos. Sólo buscan iluminar el conocimiento humano y sacarnos de la caverna a la que una vez y otra queremos retornar.
Gracias a los conocimientos que obtienen podemos encarar enfermedades terribles como el cáncer, enfermedades degenerativas e intentar curar o evitar el SIDA. Puestas en la balanza la dignidad de unas ratas de laboratorio y la dignidad de millones de seres humanos afectados por estas enfermedades, lo racional, lo humano, es decantarse por los segundos.
Los apologetas de estos movimientos son casi todos jóvenes y como tales poco susceptibles a que las enfermedades graves les ataquen, creyéndose inmortales. Pero les atacan otras leves y tarde o temprano les atacarán las más graves, tanto a ellos como a sus familiares. No deja de ser una hipocresía que, manteniendo esa postura, se beneficien constantemente de las investigaciones de este tipo con vacunas, fármacos y tratamientos que salvan las vidas de ellos, de sus familiares y de sus amigos. Porque, llegado el caso, y con la muerte en el cogote, seguro que no renuncian a estos tratamientos.
Si de verdad les importaran tanto los animales se ofrecerían como cobayas humanas, algo que hacen ya muchas personas. También se podría crear un carné del provida, al igual que hay un carné del donante de órganos, de tal modo que en caso de enfermedad no se le aplique ningún tratamiento para cuyo desarrollo se haya utilizado experimentación animal, pero obviamente esto es absurdo.
Se puede estar en contra de la experimentación animal, igual que se puede estar en contra de la gente de otras razas, es lo que llamamos libertad de expresión. Pero la quema de viviendas con familias en su interior o los ataques racistas son simplemente actos terroristas inmorales, ilegales y por tanto punibles. No tienen ninguna justificación.
Es una pena que estos individuos que dicen proteger a los animales dediquen esfuerzos y recursos a esta «lucha» mientras que muchísimas especies de animales y plantas se están extinguiendo en el medio natural por culpa nuestra. Algunas de ellas como los primates o los cetáceos con un sistema cultural parecido al nuestro y, me arriesgaría a decir, con sentimientos similares.
Este artículo de opinión, por desgracia, no convencerá a ninguno de estos radicales, de igual manera que sería casi imposible hacer que un talibán dejara su religión. La ausencia de pensamiento crítico, la comodidad del pensamiento dogmático, la obsesión o el soporte social y sentimental de los correligionarios hará que estos «defensores» de los animales sigan en su alocada lucha por la imposición de sus ideas al resto de la humanidad, incluso por medios violentos.

25-08-2008  »  NeoFronteras

Comentarios: 5

  1. RicardM
    26 agosto 2008 @ 6:16 pm

    Poco hay que añadir a lo dicho por NeoFronteras, pero no puedo resistir dar mi versión.

    Dentro del movimiento de liberación de animales, como en cualquier otro, hay personas con buenas intenciones y verdaderos fanáticos que rozan la monomanía. Pero dejando al margen comportamientos más o menos violentos, tienen una característica común: atribuyen a la naturaleza en general una especie superconciencia idílica llena de bondad que iguala a la ameba con el chimpancé, en una suerte de panteísmo moderno. Lo siento, la naturaleza no es buena ni es libre. Es como es. En el reino animal sólo una pequeña parte de seres vivos, los que están en cumbre de la pirámide de la alimentación, tienen el privilegio de morir de viejos. Entre ellos la especie humana. El resto mueren comidos, a veces en medio de grandes sufrimientos. No vivimos en el mundo de ilusión y fantasía que retratan algunas sectas religiosas, ni el tiranosaurus era herbívoro.

    Siento también tener que decir que no todas las formas de vida tienen la misma calidad. Todos los seres de este planeta tenemos el derecho a la vida, pero unos más que otros. No es lo mismo la vida de un gusano que la de un perro o la de una persona. Si fuera así, las masacres históricas no nos conmoverían y perderíamos esta cualidad de seres humanos que nos hace diferentes, como la perdieron y pierden hoy en día los dictadores genocidas.

    Y todos, también, estamos obligados a morir. La cuestión es cuando, de que manera y porqué se muere un ser vivo (animal o persona). La fiesta de los toros no me disgusta por el hecho de que se mate a un animal en sí mismo sino por el como y el porqué. En cualquier caso, lo más detestable es la contemplación de una persona en riesgo de ser empitonada. Es como ver la fórmula 1 esperando que un piloto muera abrasado.

    Ahora voy a hablar en primera persona. No lo podría hacer si no se hubieran experimentado en animales los antibióticos, la anestesia y la técnica quirúrgica que se emplearon cuando me operaron de apendicitis hace unos cuantos años. Se de primera mano que la investigación en animales esta escrupulosamente reglamentada y hay organizaciones que promueven con honestidad y rigor las alternativas a la experimentación en animales. Son estas organizaciones internacionales las que defienden mejor los derechos de los animales, porque lo hacen con información y criterio. Invito al lector a entrar en los sitios web de AltWeb y FRAME (son fáciles de encontrar con el Google).

    Finalmente decir que todas las personas que conozco que sienten respeto por los demás, también respetan a los animales. Pero no todos los que manifiestan amar a los animales respetan a las personas.

  2. Moderador
    26 agosto 2008 @ 6:57 pm

    Gracias por su extenso e interesante comentario. Permítame decirle que su último y genial párrafo resume en buena medida la naturaleza del problema.

  3. jose M. Piñeiro
    2 septiembre 2008 @ 1:36 pm

    Estoy totalmente de acuerdo con el articulo original, así como con el comentario de RicardM. Pero quiero examinar otro aspecto del dilema.
    Yo creo que nadie medianamente informado debería oponerse a la experimentación con fines médicos. ¿Pero matar animales con fines cosméticos? ¿Para la industria peletera? ¿Por diversión?
    En estos aspectos ya entramos un terreno mucho mas gris. Y en este terreno encontramos contradicciones.
    Un par de ejemplos:
    – Prohibimos la bonita tradición de despeñar una cabra desde el campanario -que no le da tiempo a sufrir mucho-, pero permitimos una corrida de toros donde se tortura durante una hora a un miura.
    – Marta, en su comentario, opinaba que no se debía experimentar con animales, pero seguramente usa un lapiz de labios que se ha testado en el culo de un conejo. ¿No es mas superfluo un cosmético que un medicamento?
    – Un grupo de «ecologistas» suelta visones de una granja gallega. Lógicamente los visones, acostumbrados a las granjas, se mueren de hambre y son cazados por los «compasivos» zorros. ¿Les hicieron los ecologistas un favor? Y si llegan a sobrevivir, ¿No causarían un desastre ecológico?
    – Actualmente esta prohibida la ancestral costumbre de retorcerle el cuello a los gatitos. Pero cualquier persona de campo sabe que si no sacrificas los gatitos en poco tiempo tendrás mas gatos que casa. Y darle pastillas anticonceptivas a una gata rural no es algo demasiado factible (para ello habría que pillarla primero).
    Por tanto parece claro que hay que poner un límite entre lo ético y lo no ético. Creo que el límite debería estar en no depredar. Todo animal usado por los humanos debería ser criado para ello, para no expoliar la naturaleza.
    Lógicamente el animal debería ser sacrificado con el mínimo sufrimiento posible.

  4. jose M. Piñeiro
    2 septiembre 2008 @ 1:43 pm

    Quiero añadir otro aspecto.
    Los experimentos «médicos» que realizaron los nazis revelaron algún conocimiento de medicina (bien pocos, ciertamente). Aunque se conservan buena parte de los datos, estos no son usados para la investigación medica. Se han obtenido con medios no éticos y por tanto consideramos que no seria ético usarlos.
    Este mismo razonamiento se podría usar por los que se oponen a la investigación animal. Seguramente las farmacéuticas desarrollarían medicamentos sin animales si la presión comercial fuese significativa (sobre todo si hay alternativas, como defienden los defensores de los animales).
    La próxima vez que tengan fuertes dolores deberían negarse a tomar calmantes, pues casi todos ellos se han probado causando fuertes dolores a los animales. Aunque mucho me temo que ante un cólico nefrítico los principios se olvidan rápidamente.

  5. Jesús Pérez Méndez
    12 noviembre 2008 @ 6:40 pm

    Considero necesitan ayuda con respecto a la revisión de usuarios, para monitorear sea ético y respetuoso el comentario de quien opina o comenta, ya que ademas de derivar en problemas de supuesto amor hacia los animales, solo expresas esa xenofobia individual derivada de sus problemas psicológicos que traen consecuencias hacia la comunidad científica, ellos supongo también lamentas lo que hacen en la experimentación, pero eso mejor que con seres humanos o clandestinamente, no olvidemos que eso pasa desde hace siglos, pero derivada de la ignorancia y religiosidad exacerbada, tal vez necesiten ayuda de censores, pertenezco a un grupo denominado Emagister y ellos tienen ese tipo de filtros que tal vez les sea de ayuda, puede contactar si lo desea a: con Erasmo, le dará la información si así lo desean, Gracias, y que todo sea para bien.