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NeoFronteras

¿Quién habla en nombre de la ciencia?

domingo 3 julio 2016 - Tipo: Editorial

¿Qué es la ciencia? La ciencia es un método para adquirir conocimiento objetivo, pero también es una empresa humana. En sí, la ciencia está fuera de la ética, es la sociedad la que debe limitar las posibles aplicaciones de la ciencia por razones morales, no la ciencia misma, que es neutral y no te aconseja en ese sentido.

Como toda empresa humana, en la ciencia hay personas que cumplen con diversos papeles. Están los que hacen ciencia, están los que administran la labor científica, están los políticos que deciden dónde invertir dinero o las empresas que deciden cómo aplicar esa ciencia.

Pero las personas, incluidos los científicos, no son perfectas. Algunos de los científicos son tan imperfectos que se obsesionan y se aferran a una idea o se posicionan contra una idea sin pruebas. Así por ejemplo, Fred Hoyle describió las reacciones de fusión de los elemento en las estrellas, mecanismo por el que existen elementos pesados, rocas, agua, planetas o seres vivos. Sin embargo, se posicionó en contra de la teoría del Big Bang pese a la pruebas de su existencia, incluso cuando el satélite COBE elaboró el primer mapa del fondo cósmico de microondas. También dijo que el fósil de Archaeopteryx era una falsificación. Otro caso famosos fue el propio Albert Einstein, que pasó gran parte de su vida combatiendo la Mecánica Cuántica.

Cuenta un viejo chiste que los científicos no cambian de opinión, simplemente se mueren y entonces la ciencia avanza.

En estos casos y en otros se juega con el principio de autoridad y la opinión de ciertos científicos famosos se puede tornar dogma de fe y hacer que el avance científico se detenga si no tenemos cuidado. La fama de un científico no debe dar más verosimilitud a sus opiniones por encima de las de cualquier otro, sobre todo cuando no habla de su disciplina y no aporta pruebas. Dichas opiniones pueden ser correctas o no. Hawking puede decir que nos van a invadir los extraterrestres o que tenemos que pensar en abandonar la Tierra porque en 1000 años será invivible. No son más que las opiniones, respetables, de Hawking, pero nada más. Podemos estar de acuerdo o no con ellas.

También ha habido científicos que eran malas personas. Esto se dio mucho en la Alemania nazi debido a la ideología de aquel entonces y a que ese país era la primera potencia mundial en ciencia del momento. Algunos científicos tacharon parte de los resultados científicos como falsos por haber sido obtenidos por judíos.

Uno de ellos fue, por ejemplo, Johannes Stark (1874–1957) que descubrió el efecto homónimo según el cual las líneas espectrales se desplazan debido a la aplicación de un campo eléctrico. Recibió el premio Nobel de Física en 1919 por sus descubrimientos. Este individuo intentó ser el Führer de la física alemana a través del movimiento «física alemana» (junto a Philipp Lenard, otro premio Nobel en Física) en contra de la «física judía». En 1947 fue acusado de criminal de primer orden y condenado a 4 años de cárcel.

Estos son sólo unos ejemplos, pues en nombre de la ciencia se hicieron experimentos con humanos en los campos de concentración. En los propios EEUU se experimentó con humanos mucho tiempo después en acciones totalmente deleznables.

Gracias a la ciencia se desarrollaron los gases nerviosos o la bomba atómica, bomba que se lanzó sobre la población civil. Por culpa de los ensayos de bombas nucleares ha muerto gente en distintas partes del mundo por cáncer, incluso por culpa de países tan supuestamente civilizados como Francia. Esto sólo por citar unos ejemplos.

De nuevo, la ciencia no te dice si algo es bueno o malo, sólo te dice si algo existe o se puede hacer. No debemos poner cortapisas a la investigación científica, pero, una vez que se tiene el resultado, entonces hay que poner en marcha los mecanismos éticos. No todo vale, aunque es verdad que una vez que el genio está fuera de la botella es difícil volverlo a meter.

La ciencia y su hija la tecnología han brindado conocimientos y comodidades al ser humano. Ha sido un largo camino el que nos ha permitido salir de la caverna, mirar a las estrellas y verlas tal y como son. La religión todavía intenta parar a la ciencia porque esta proporciona resultados incómodos. No ha sido fácil llegar hasta aquí.

La ciencia es tan exitosa que todo el mundo se apunta al carro y añaden cualidades científicas a su campo de conocimiento para darle legitimidad: ciencias políticas, ciencias empresariales, etc. Esto, además de ser un engaño, denota cierto grado de complejo por parte de esas “disciplinas”.

Es ahora cuando para dar verosimilitud a un argumento, un resultado, una idea, una posición o un interés económico se dice que no sé cuantos científicos apoyan tal cosa.

El último de estos casos es el informe en el que 109 premios Nobel culpan a Greenpeace de retrasar la implantación de los cultivos transgénicos, lo que, según ellos, permite que haya hambre en el mundo y no sé cuantas cosas más. Al parecer, y según estos señores, no hay problemas de superpoblación, ecológicos, climáticos, de desertificación, desigualdad o de administración de los alimentos. Todo se debe a que no usamos transgénicos.

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Áreas con cultivos de organismos genéticamente modificados en 2005. En color sólido los cinco países que producen más del 95% de estos productos. Fuente: Wikipedia.

También desconocíamos que hubiera 109 premios Nobel en Medicina y fisiología que estén vivos, única área relacionada con el tema tratado. No está mal mencionarlo y recordar que entre los premiados con tal noble galardón estuvieron en época algún que otro científico de moral discutible, tal y como hemos mencionado. Ser premio Noble no legitima, aunque en muchos casos sean justamente asignados.

Pero, ya puestos, habría que mencionar el informe elaborado por más de 800 científicos en el que se dice que los transgénicos no solamente no son la solución, sino un problema.

Greenpeace ya ha respondido con argumentos sólidos a esa carta, así que no vamos a abundar en esa línea argumental y racional.

En esto que el señor Javier Sampedro se marca un “artículo” infame en el antes prestigioso diario El País (ahora revolcado en el lodazal) en el que carga contra Greenpeace. Hubiera sido interesante poner otro artículo con la tesis opuesta, pero no ha sucedido así, recordemos que este diario ha caído desde hace tiempo en la miseria moral.

Algunos no pertenecemos a esa organización ecologista, ni tenemos amigos comeflores que pertenezcan a ella, ni tampoco primos veganos, pero el artículo de este señor nos parece todo menos justo. Acusa al movimiento en contra de los alimentos modificados genéticamente de dogmatismo religioso.

Quizás sea usted, señor Sampedro, el que sea dogmático o, lo que es aún peor, carezca del espíritu crítico necesario que debe tener un científico y cree a pies juntillas un informe apoyado por cierta parte de la industria. ¡Ah!, se me olvida, ya sólo es periodista científico en estos tiempos duros para esa profesión en la que los periodistas honrados se han quedado sin empleo.

Recordemos que fueron precisamente las petroleras las que han pagado el movimiento negacionista y ahora tenemos un imparable problema con el cambio climático. Detrás de los transgénicos también hay poderosas multinacionales que ejercen presión por todos los lados.

Tacha a los demás de no leer los artículos científicos. Quizás sea usted, señor Sampedro, el que no lea los artículos científicos sobre el tema. O que sólo lea los que le interesen sin fijarse en qué revista o a qué instituciones pertenecen sus autores. Quizás tampoco sepa quién paga esas investigaciones ni quiénes están realmente detrás de ese manifiesto.

¿Habla usted, señor Sampedro, en nombre de toda la ciencia? No sabíamos que era usted el que expedía certificados del buen científico. ¿Donde se cursa exactamente el grado para obtenerlo?, ¿en la redacción de El País?, ¿cuánto vale el título?, ¿ese papel me valdrá para conseguir un empleo en Bayer?

Muchos creemos que la ciencia debe explorar la genética al máximo, incluso que debemos aplicarla en humanos para evitar enfermedades. Pero también creemos que hay límites y que debemos tomar muchas precauciones.

Algunos de estos organismos modificados que Monsanto nos vende consisten en plantas que incorporan genes que expresan determinada sustancia tóxica destinada a matar alguna plaga, o que protege a la planta frente al uso (y abuso) de ciertos herbicidas o insecticidas. ¿Nos tiene que parecer inócuo algo así?

El inicuo Monsanto parece estar lleno de creacionistas, pues no creen en la evolución pese a la evidencia de que estos “desarrollos” no funcionan porque las plagas evolucionan para adaptarse a esas medidas. O quizás sí creen en ella y desean vendernos una y otra vez las misma cosa repatentada. El caso es que no veo a un agricultor del tercer mundo limitar la cantidad de pesticida que aplica a su campo de transgénicos ni tampoco leyendo con cuidado las indicaciones del bote de pesticida.

Sí es verdad que parece que hay otros casos más éticos, como el del arroz dorado que proporcionará vitamina A a los habitantes de Asia algún día desde hace diez años (se parece a la promesa de la fusión controlada). Pero, mira tú por donde, no se planta, no aparece o no interesa a aquellos que supuestamente lo necesitan. Quizás es que en Asia no saben plantar zanahorias, o quizás sí.

Por otro lado, el principio de precaución nos dice que antes de liberar este tipo de cosas al medio lo pensemos bien, sobre todo si el que presiona es el poder económico. Tenemos innumerables ejemplos de sustancias que al final ha resultado que provocaban cáncer u otro tipo de enfermedad mortal. También tenemos el caso de los CFC que generaron el agujero en la capa de ozono. Estos CFC duran 100 años en la atmósfera, ¿qué hubiera pasado si hubieran durado 1000 o 10.000 años?

Ahora es cuando volvemos al primer párrafo de este texto. La ciencia no tiene, per se, una limitación ética, esta se la ponemos nosotros, la sociedad. A veces la ética puede ser individual si tu decisión sólo te afecta a ti, pero en este caso el resultado puede afectar a todo el mundo. Por esta razón Greenpeace y otras instituciones presionan para evitar su implantación. No nos pueden obligar a comer ese tipo de alimentos.

A estos científicos y al señor Sampedro habría que decirles que los que van a pagar las consecuencias de los transgénicos tienen derecho a decidir sobre su uso. Puede que no sean tan malos, tal y como ustedes dicen, pero los demás podemos decidir que no se usen de todos modos. Simplemente porque tenemos esa potestad, al igual que podemos votar a uno u otro partido político. Porque hay siempre una dimensión política en todo y preferimos otras soluciones a los problemas que aquejan a la humanidad, incluidos los problemas de los desfavorecidos. Y porque, quizás, no queramos estar bajo las botas de unas corporaciones que ya han demostrado su falta total de respeto por el ser humano o por la vida en la Tierra.

Si la tendencia sigue así, en este planeta veremos graves problemas. Ya hay desigualdad, explosión demográfica, degradación del suelo, acidificación de los océanos, desertificación, erosión, cambio climático, destrucción del medio y los ecosistemas naturales, falta de democracia, injusticia, etc. No es fácil imaginar próximas guerras, migraciones masivas e incluso ecoterrorismo. ¿De verdad que los transgénicos son la solución? Algunos lo creeremos cuando no estén patentados, mientras tanto son sólo un negocio.

Quizás algunos creemos en un mundo más justo en el que el poder económico no tenga el derecho a patentar seres vivos y la capacidad de comprar voluntades y medios de comunicación. Es una creencia, sí, pero tenemos el derecho a luchar por ella sin que nos llamen dogmáticos.

Queremos un mundo más justo, un Tierra sana que permita a la vida perpetuarse y al ser humano continuar de forma sostenible, para que siga haciendo ciencia y que así podamos entender mejor este Universo que nos ha visto nacer. Es nuestro destino como especie con curiosidad.

Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/opinion/?p=111

03-07-2016  »  NeoFronteras

Comentarios: 2

  1. Miguel Ángel
    12 julio 2016 @ 3:57 am

    ¡Anda!, Sampedro que estás en los cielos,…
    Un aplauso para Greenpeace y también por la defensa del Ártico.

  2. NeoFronteras
    25 julio 2016 @ 1:21 pm

    Al parecer El País está haciendo, otra vez, periodismo basura para promocionar a los transgénicos:

    http://elpais.com/elpais/2016/07/22/ciencia/1469179145_789347.html

    No hace falta enumerar los «avances» tecnológicos que al final resultaron ser nocivos para darse cuenta que el «artículo» (más bien anuncio promocionado) es una falacia.